Una educación más inclusiva no se obtiene exigiendo un birrete que cuesta 16 dólares

Hace poco me enteré que en la escuela Merecure Remolino del sector Pele el Ojo, en el estado Miranda, donde estudia el hijo de la señora que trabaja en mi casa, le están exigiendo a los niños pagar 16 dólares por un birrete para la graduación de sexto grado.

¿Es que no saben lo que les cuesta a los padres ganarse 16 dólares? Esos niños tienen uno, máximo dos días de clases a la semana. De qué graduación estamos hablando si apenas leen y escriben.

Lo comenté en Twitter y me dicen que en otras escuelas hacen lo mismo. Y que va más allá: para un combo de fotos, toga, birrete, torta los gastos oscilan entre 35 y 100 dólares dependiendo de la escuela. ¡Y que también hay graduaciones de preescolar! De quién será este negocio para estafar a la gente pobre.

Como me dijo mi empleada: “No quiero que mi hijo pase la pena de no tener el birrete como lo tienen los demás”. Y lo peor es que todos los padres deben estar pensando lo mismo.

Cómo alguien puede jugar así con el dinero de la gente más necesitada, que hasta deja de comer para pagar un birrete que no avala ningún conocimiento porque aprobar sexto grado no es ninguna proeza y, encima, más nunca en sus vidas lo van a volver a usar.

Dónde está el “Minpopo” de Educación que para algunas cosas fastidia bastante y no para una estafa como esta.

Las fiestas colegiales son eventos comunes en muchas comunidades, donde los estudiantes y sus familias se reúnen para celebrar el fin de un ciclo escolar. Sin embargo, en algunas ocasiones estas festividades pueden convertirse en un acto de estupidez supina cuando sr le exige a la persona muy pobre gastar dinero que no tiene en gastos tan innecesarios.

Es importante tener en cuenta que muchas familias enfrentan dificultades económicas, que luchan por satisfacer las necesidades básicas como alimentación, vivienda, educación.

En este contexto exigirles dineros en fiestas escolares es una muestra de insensibilidad, de falta de empatía hacia su situación porque los estudiantes pueden sentirse excluidos. Todos hemos pasado por esa edad.

Esto lleva a los padres a endeudarse o a sacrificar otras necesidades básicas para cumplir con las expectativas impuestas. En lugar de fomentar una cultura de gatos innecesarios, es fundamental promover una educación más inclusiva y más consciente, que cultive la empatía, la solidaridad y que inculque valores que promuevan el respeto y la igualdad entre los compañeros de clase.

Esto no se obtiene exigiendo un birrete que encima de todo cuesta 16 dólares.