Una factura a la humanidad

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    La factura que la humanidad deberá pagar por su desdén ante el tema ecológico, parece ineludible. Viene una etapa de la vida como la conocemos, en que a la extinción progresiva de especies se ha de sumar la degradación del ambiente a niveles inimaginables. Si seguimos igual, el planeta perderá su capacidad de regenerarse en cuestión de décadas, porque al daño ya causado, se suma el incremento poblacional humano y todo lo que ello implica.

    Si las proyecciones de la ONU son acertadas, la población pasara de los 7,500 millones de habitantes estimados a finales del 2017,  a 15,000 millones en menos de 50 años. Tomando en cuenta que la capacidad de producir alimentos colapsará ante la demanda en menos de 15 años, se entiende que la especie humana encontrará una forma de alimentarse, aún y cuando ello implique más y más daño al planeta.

    Los observadores del tema ambiental no cesan en su asombro. Las campañas para controlar el daño a la capa de ozono lograron detener el problema durante varios años, permitiendo que ese delicado pero indispensable filtro se regenerara un tanto. No obstante, el derretimiento del hielo polar se ha tornado en uno de los peligros principales porque el planeta perdió la capacidad de reflejar la luz solar y ahora absorbe todo ese calor, mismo que sofocará a la naturaleza y tornará el clima en desértico.

    Estos cambios al equilibrio climático presagian más complicaciones futuras. Están desapareciendo diariamente numerosas especies silvestres que pierden espacio y agonizan junto con su hábitat. El balance de la naturaleza se ha perdido y las consecuencias están a la vuelta de la esquina, tal y como se desprende de las declaraciones de Cristina Pasca, directora ejecutiva de la Convención de la Biodiversidad de la ONU.

    El 60% de la superficie del planeta ha sido afectada ya por la actividad humana. Población, deforestación así como la tala de árboles para ampliar las zonas de cultivo hacen pensar en que la vida humana camina rumbo a la autodestrucción en menos de un siglo si no se toman nuevas medidas para preservar la vida. Y en esto, será crítico el tema de los planes globales para controlar emisiones tóxicas y salvar algo de lo que aun se puede en el tema ecológico.

    ¿Tan difícil es entender que vamos rumbo al precipicio? Las islas de desechos plásticos en el océano que llamaron poderosamente la atención por su tamaño y ubicación, son solo otro ejemplo de lo que la humanidad está haciendo con el único  lugar donde puede vivir. Y con todo y eso, no es aventurado temer a la indiferencia de muchos aun y cuando la voz de alerta ya se haya producido.

    El bicho humano está en riesgo. Es inocultable. Pero en su proceso autodestructivo, ha dañado al planeta y a las otras especies que le habitan.

    Como inclaudicable optimista, creo que algo se ha avanzado en 30 años de alerta ambiental: Es evidente que ya hay conciencia del problema y se ha podido actuar, quizá aun no al nivel necesario pero sí mejor que antes.

    No nos demos por vencidos y sigamos sacudiendo las conciencias de los millones de escépticos que ven en la alerta ambiental solo un mito y no una realidad aplastante.

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