Centenares de carpas, además de lonas y plásticos simulando techos, junto a cocinas y comedores improvisados, componen en el campamento itinerante que se puede observar desplegado en la comuna de Providencia de la Región Metropolitana de Santiago de Chile.
Desde hace aproximadamente un mes, unos 300 venezolanos asolados por la necesidad decidieron tomar las inmediaciones de la Embajada de Venezuela en el país austral, exigiendo repatriación y vuelo humanitario ante la crisis desatada tras la cuarentena por el COVID-19.
Dailin Acosta, una administradora de 32 años de edad, junto a su hija de 3 años, se encuentra en el grupo de venezolanos refugiados cerca de la embajada y confiesa que lo único que desea es volver a casa y lo acompaña con el emoji del Tricolor Nacional. Decidí regresar a Venezuela porque aquí la he pasado realmente mal y sola con mi niña es aún más difícil.
Acosta explicó que no consiguió oferta laboral en Chile, porque no conseguí jardín para mi hija y luego se me venció el plazo por la PDI (Policía de Investigaciones) y todo se me complicó. Llevo aproximadamente mes y medio en situación de calle y es muy duro.
La madre e hija fueron aisladas en el interior de la iglesia, producto de las pruebas para descartar la existencia de COVID-19. En cuanto nos den los resultados, dependiendo de lo que sea, volvemos al refugio o nos aíslan en un hotel. La carpa del refugio es grande y muy cómoda. Las mujeres con niños estamos en un cuarto grande con literas, pero pertenece a la carpa refugio, contó.
Acosta está consciente de que la situación en Venezuela no es la mejor, pero, aún así, ella quiere volver: Necesito a mi familia, los extraño muchísimo. Sé que en Venezuela las cosas no están fácil, pero al menos tengo un techo y el apoyo de mi familia.
Junior Rojas, de 41 años de edad y quien tenía seis meses viviendo en Calama, una comuna de Antofagasta a 24 horas de la capital, hace poco más de una semana decidió tomar un autobús que lo trasladara a Santiago de Chile y así unirse al resto de los venezolanos que piden repatriación.
Aquí me encuentro solo, salí de Venezuela el 9 de diciembre. Un día antes del cumpleaños de mi hija, con todo el dolor de mi alma, dijo Rojas. Explicó que la pandemia cambió sus expectativas. Trabajaba por día, hasta que conseguí trabajo en una construcción por un mes. Decidí volver a mi país, porque mi intención era traerme a mi hija y esposa, pero con lo del COVID todo se complicó.
Al igual que el resto de los compatriotas, Rojas se mantiene a la espera de respuestas. Quiero estar con ellas que son mi vida. Ya tengo ocho días en situación de calle, porque me fue difícil encontrar trabajo y decidí luchar por un puesto en un vuelo humanitario, pero en la embajada no dicen nada. Al parecer no están ahí, ya que toda Santiago se encuentra en cuarentena.
Unos pocos volvieron
Hombres, mujeres, personas de la tercera edad y niños duermen en la calle, aunque algunos fueron distribuidos en albergues cercanos, donde les ofrecen comida, techo y abrigo. En una visita anónima la semana pasada a la zona, el canciller chileno Teodoro Ribera solicitó al Consulado de Venezuela en Santiago que se haga responsable de los migrantes que a duras penas están soportando las bajas temperaturas y lluvias del otoño, las noches pueden llegar a los cuatro grados.
Alejandro Parada, de 44 años de edad y uno de los voceros del grupo de refugiados, contó que en el año y dos meses que lleva viviendo en Chile se dedicó principalmente a trabajar como mesonero en un restaurante de Las Condes (una de las zonas de clase alta de la capital) y como barman en fiestas y reuniones, pero con la llegada del coronavirus ambos empleos se frustraron.
Primero el estallido social y luego el COVID, me quedé sin empleo. Ya no podía pagar el arriendo, así que decidí venirme a exigir que me incluyan en un vuelo humanitario de regreso a Venezuela, por lo que tengo un mes durmiendo en carpas frente a la embajada, dijo Parada.
Relató que hace un mes se generó una polémica porque, a pesar de las demandas de venezolanos que pedía regresar a su patria, un vuelo comercial tenía planificado despegar de Santiago con destino Caracas solo con ocho personas y un gato: Eso se hizo viral. Las personas que estaban en el aeropuerto lograron que el gobierno venezolano las mandara a un albergue con plan de vuelo de cuatro días.
Sin embargo, confiesa que él no fue incluido porque al momento no contaba con sus documentos personales: Además, mi logística de ese día era mantenerme aquí y recibir las donaciones. Parada ha servido de puente para que 150 compatriotas fueran resguardados en refugios, no obstante, asegura que prefiere quedarse en la calle frente a la embajada, junto a otros 120 venezolanos.
Las condiciones nunca me convencieron, creo que meternos en un albergue es silenciarnos ni vamos a tener la misma connotación. La embajada me tiene que llevar a un albergue con un plan de vuelo, la alcaldesa me dijo que no me aseguraba vuelo en un mes, señaló. Decidimos que los más vulnerables se fueran al albergue, pero dejaron sus carpas frente a la embajada.