“Las sanciones no tumban gobierno, pero fuerzan una negociación”

    0
    843

    A Jorge Roig se le siente algo de nostalgia cuando conversa sobre la forma de hacer política en sus años de militancia en La Causa R. Era cuando se tocaban puertas para visitar familias, se caminaban zonas populares a diario, se consustanciaba con la gente. Asegura que esas faenas se le olvidaron a Nicolás Maduro y que la poca experiencia de la oposición en estos contactos cara a cara ha quedado en evidencia.

    Empresario, exparlamentario, expresidente de Fedecámaras y ahora representante de Venezuela ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Roig siempre se ha caracterizado por sus posiciones firmes y su verbo claro y directo. Afirma que la lucha hasta ahora no se ha centrado en mejorar la situación de la gente, sino en una guerra entre políticos, lo que ha sembrado la tragedia en nuestras tierras.

    En su opinión, hay que diferenciar entre hacer negocios y hacer empresas, y si bien no critica a los empresarios que se reúnen con la administración de Maduro, sí deja muy claro que ni el modelo iraní ni el chino recibirán jamás su beneplácito. Enfatiza que los venezolanos no deben conformarse con ser una economía de remesas y de exportaciones de oro por las vías no santas.

    Hace una dura crítica a Maduro y su administración por haber aumentado la desigualdad y la pobreza, y haber destruido la economía y los servicios públicos. Sobre la oposición, no le tiembla la voz al decir que ha pecado de prepotente y hace un llamado a la sindéresis, a buscar alternativas que permitan reencontrar a los venezolanos.

    -Con una crisis económica y social sin precedentes en Venezuela, ¿por qué la administración de Guaidó y la de Maduro no han sido capaces de llegar a pequeños acuerdos humanitarios?

    -El tema de fondo es que aquí la lucha no ha sido -hasta ahora- por mejorar la situación del país por alguna de las partes, sino que es una lucha meramente política. Algunos piensan que con cambiar a Maduro se soluciona todo, y Maduro piensa que manteniéndose en el poder continúa con su objetivo. Hay una lucha política en la que reconozco que la oposición piensa algo más en el país, pero ninguno de los dos tiene en cuenta las circunstancias que vive la nación. Es una mera lucha política y por el poder. Esto tiene el agravante de que quienes no tienen el poder tampoco tienen la experiencia y quienes sí lo tienen no pueden generar los cambios.

    -El discurso opositor siempre ha sido que todas las opciones están sobre la mesa, la estrategia que han seguido es más sanciones, TIAR, bloqueos, amenazas hacia el grupo de Maduro. ¿Esto está surtiendo efecto?

    -No ha sido la única estrategia. Ha habido una estrategia de negociación y hay que ser justos en reconocer que la oposición ha dado unos pasos firmes, pero lamentablemente esas negociaciones no han sido efectivas. En República Dominicana esto no fue posible porque, en primer lugar, no existía el poder absoluto de negociación. En segundo lugar, el gobierno se sintió amenazado para una negociación. Pero sería injusto decir que la oposición ha seguido solo la estrategia de las sanciones. Sí se ha intentado negociar y las reuniones de República Dominicana y Oslo lamentablemente no salieron adelante.

    -¿Por qué la oposición se entregó a la estrategia internacional y abandonó los barrios, las calles? ¿Ya la gente no cuenta?

    -La política que yo aprendí -y me voy a referir a una época que ha cambiado drásticamente- no es la misma política de hoy en día. Se ha abandonado el contacto con la gente y las calles. Antes se sacaba un gobierno expresando en la opinión pública lo mal que lo hacía. Hoy en día eso no existe, ni siquiera la capacidad de expresarse públicamente. Probablemente el hecho de hacer esta entrevista nos pudiera meter en problemas. Actualmente, la movilización y el respeto por los partidos se ha perdido, pero eso no borra el descontento que hay en la gente y todo esto no se está canalizando.

    Hoy es difícil canalizar las protestas -que ocurren a lo largo y ancho del país- y aunque eso es noticioso, no logra coordinarse. Ni las cacerolas suenan porque se ha perdido la capacidad de expresarse democráticamente. Yo sigo pensando que la forma de hacer política bien era la mía, esa de tocar la puerta, consustanciarse con la gente. Eso lo olvidó el gobierno de Maduro y la oposición no tiene mucha experiencia en eso.

    -Hay un tejido empresarial débil pero que continúa luchando por sobrevivir. Sin embargo, a esos empresarios se les tilda de colaboracionistas cuando se reúnen con la administración de Maduro. ¿Por qué se ha impuesto esta visión?

    -Yo creo que hay un grupo de empresarios que por alguna razón son descritos de una manera poco noble en Venezuela. Ellos han decidido cohabitar simplemente con las condiciones que sean las mejores posibles para desenvolver sus negocios. Hay que diferenciar algo, una cosa es hacer negocios y otra es hacer empresas. Lo segundo es muy complejo, lo primero aún se puede hacer en Venezuela. Yo no voy a criticarlos. Tienen todo el derecho a pensar que el cambio es a largo plazo y que con base en esa libertad vigilada van a continuar.

    Eso sí, yo no me resigno. Creo que la libertad es un concepto más amplio y que va más allá de si uno se ciñe a modelos chinos o iraníes. Tampoco voy a ir contra los que no piensen como yo, porque la subsistencia de la empresa es importante. Sí tengo que decir que lejos de satanizarlos simplemente difiero de ellos.

    -¿Cómo se percibe en el mundo empresarial la gestión de Tareck El Aissami a cargo de la vicepresidencia económica y ahora en el Ministerio de Energía? ¿Tiene él una manera distinta de relacionarse con el sector privado?

    -Sí, la tiene. Lamentablemente, viene precedido de un aura y una actitud política que no ayuda para los negocios. Quien hace negocios con alguien sancionado tiene todas las repercusiones internacionales, por eso se tiene que tener cuidado. Pero tengo que reconocer que los empresarios que se han reunido con él encuentran en su persona una voz con la cual se puede conversar. Pero hay que entender que esto no es un tema de conversar afablemente, ellos (el gobierno de Maduro) lo hacen por necesidad no por convicción. No creo que ellos tengan ganas de que el sector privado tenga un resurgimiento, sino que tienen la necesidad y por eso su tono es diferente.

    Las nuevas reuniones son en un tono conciliatorio. Saben que el Estado hoy depende más del sector privado, luego de años de discurso de que el sector privado era un parásito. Las cosas cambiaron, la realidad es que actualmente para el sector privado el gobierno es el parásito.

    Estamos en lo que yo llamo una economía bonsay, que la puedes cortar por los extremos, pero mientras esté Maduro y los demás en el poder no puede crecer. Y eso es algo a lo que nos tenemos que acostumbrar los empresarios. Somos una economía de 50 mil millones de dólares en producto interno bruto, con solo 17 mil millones de dólares circulando entre remesas, algo de petróleo y el poco oro que se puede exportar por las vías no santas.

    Las potencialidades que tenemos son más importantes que ser un país de remesas o de exportaciones de un modo clandestino.

    -Los servicios públicos colapsaron, la industria petrolera es casi inexistente, no hay combustible y las vías de entretenimiento de la población se han cerrado. ¿Cree que este sea el momento más vulnerable que ha vivido la administración de Maduro?

    -Desde el punto de vista económico sí. Cada vez que uno habla de las posibilidades de supervivencia del régimen hay que dividirlo de dos aspectos: el económico y el político. Aquí hay una gran debilidad del sistema de seguridad social, del sistema de salud y lo servicios públicos, a lo que se le suma la pandemia. Todo esto es la combinación perfecta para una oposición política que quisiera impulsar un cambio. Lamentablemente, siendo el peor momento económico desde el punto de vista político Maduro no se ve afectado.

    -Hay una línea de pensamiento opositor que sugiere que mientras más profunda sea la crisis habrá más posibilidades de un cambio político ¿Concuerda usted con esto?

    -He leído algunos analistas y tampoco descarto eso. No me resigno a pensar que una descomposición económica no sea atributo necesario para cambiar al régimen. Lo que no es aceptable para mí es que se diga que con una situación tan dramática se apuntala más al régimen. Si eso fuera así, Trump saldría electo con todos los votos de su país porque la economía va fatal.

    Una situación económica mala es un caldo de cultivo y bien utilizado por una oposición podría lograr una transición. Lamentablemente, no ha sido aprovechado por la oposición, pero es ingenuo pensar que un gobierno se fortalece cuando la economía se ve mal.

    -¿Hay incentivos para que exista una negociación entre la administración de Maduro y la oposición?

    -Allí vamos de nuevo con las sanciones y debo decirte que he pensado mucho en eso porque es un tema de cuidado. Ningún venezolano puede estar feliz conque al país lo estén sancionando, pero no podría ni imaginarme lo que habría pasado si no hubiéramos tenido unos aliados. Ahora bien, si las sanciones podrían forzar la transición o traerán más pobreza, pues no tengo la respuesta para eso.

    La respuesta que sí tengo es que en un proceso de negociación -y estuve involucrado en el de República Dominicana- lo único que sentó al gobierno fueron las sanciones. El único tema que ponen sobre la mesa, en las reuniones en las que yo estuve al menos, es el tema de las sanciones. Algo no le tiene que estar gustando al régimen sobre esas sanciones. Yo creo que sanciones no tumban gobiernos, pero fuerzan una negoción

    -¿Cree usted que uno de los errores para hallar una salida al conflicto es haber dejado a un lado, por parte de Maduro y también de la oposición, a los militares dentro del marco de una negociación?

    -Hace un año, en una entrevista , yo dije que con quien debería estar hablando la oposición era con Vladimir Padrino López. Hoy no me arrepiento de esa declaración, porque sigo pensando que es la figura clave con la que hay que hablar. Sin embargo, hoy en día sé que hay una simbiosis entre una clase civil y militar. Hoy digo que hay que hablar con las dos la partes: la civil y con quienes la soportan que no son otros que los militares. Y por eso creo que la propuesta que está en la mesa -que, por cierto, no ha rechazado el mundo militar- es generosa. Se les está permitiendo a los militares conducir la transición.

    -¿Pero no cree usted que la oferta solo habla de garantías durante la transición y no se dice nada sobre la post transición y esto genera miedo y desconfianza?

    -Esa es la contrapropuesta que deberían presentar los militares y el gobierno. Eso es el proceso de negociación: No acepto lo que Estados Unidos me impone soportado por la clase opositora venezolana, pero propongo algo alternativo. Puede haber árbitros interesantes como los países europeos. Los militares son los que van a presionar para que esto se acepte o no. No hay posibilidad de transición que no pase por el alto mando militar, lo que no significa que a mí me guste. En lo personal me encantaría que fuera civil, pero no soy tan ingenio para pensar que el poder pase de Maduro a Guaidó de la noche a la mañana.

    -¿Qué tanto peso ha jugado la venganza y el resentimiento en la política venezolana desde hace 20 años? ¿Considera que esos antivalores han permeado en la conducta política opositora, imitando así a la del chavismo?

    -Para todos los venezolanos. Aquí ha sido la política de que el ganador se lo lleva todo. Mucha gente me puede criticar, pero cuando esto pase saldremos con todo el mundo teniéndose que tragar su propio sapo y aceptando las condiciones que el otro le ponga. La economía es más testaruda que cualquier revolución y se encargará de darnos una sorpresa a ellos y a nosotros.

    Ha sido una suerte de subestimación. Comenzaste a tenerle respecto al adversario a raíz de que no le has podido ganar. Aquí el juego democrático no es el mismo de otros países, no basta la fortaleza de los votos y de la opinión pública. Entonces, como no has podido ganar por la vía del juego democrático, comienzas a ver cómo sacas al otro por la fuerza en vez de buscar otra solución.

    -¿Qué le recomendaría a Nicolás Maduro?

    -Que tenga una salida digna, que en sus manos no hay ninguna posibilidad de recuperación. Él tiene que reconocer que Venezuela no puede evolucionar en sus manos. Tiene que hacerse de lado. Él es la piedra de tranca. El cómo se separa y cómo abre el juego político dentro de un juego democrático dependen del él y de su entorno. Este es un país que han arruinado y han acabado. Es de sano juicio decir que hasta aquí llegamos. No es tarde para que él abandone su cargo y se haga de lado.

    – ¿Qué le recomendaría a la oposición?

    -Que no tenga esa prepotencia que hasta ahora cree que tiene simplemente por contar con una popularidad favorable. Que comprenda que aquí hay un gobierno que no está dispuesto a irse con las reglas de juego con las cuales estábamos acostumbrados. No tienes la experiencia ni la clase política para nuevas alternativas y ahora -aunque parezca una ruta compleja y llena de dificultades- hay que buscar alternativas que permitan reencontrar a los venezolanos.

    Si seguimos en ese choque de trenes, no se va a resolver nada y como no se cuenta con la experiencia para resolver esto, seguiremos en esta tragedia. Yo recomendaría mucha sindéresis y, sobre todo, que piensen en el país. Se nos fueron 20 años, la generación de mis hijos. Ciertamente yo he vivido los mejores momentos y los peores en mi país. Los jóvenes no tienen derecho a cansarse y yo a quejarme porque, al final, todo pasará.