“Recuerdo que antes era mejor viajar en Metro que en autobús”

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Una mañana como cualquiera, aunque con la diferencia deque era 25 de diciembre a las 10:00 am, el tres o se traslada de Palo Verde a Propatria “a su máxima capacidad”, aunque hoy en día, la pregunta es: ¿cuál es su máxima capacidad? 25 minutos de espera en el andén de la estación Dos Caminos, era lo que calculaba una familia que llevaba esperando el transporte subterráneo.

“Cuando estaba en el liceo, hace como 15 años, estos 25 minutos que llevamos esperando aquí era el tiempo que se tardaba el metro en recorrer la ruta Dos Caminos- a Hoyada. Lo sé porque era lo que me tardaba en llegar a casa de mi noviecita”, dijo un hombre de unos 30 años de edda. Minutos después, llegó el tren y desde afuera se veía repleto.

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Pese a la habitual indicación –“Se les recuerda a los señores usuarios mantenerse alejados de la franja amarilla”– la gente en el andén comenzó a aglomerarse en la punta, incluso excediendo “el límite de su seguridad”.

Contrario de lo solicitado por la voz que salía del parlante, los usuarios se acercaban a la franja amarilla que, precisamente, deben evitar. Empezaron los empujones y pisotones y otra vez se escucha la voz: “Solo debe pasar la franja amarilla, una vez que el tren haya ingresado a la vía y abra sus puertas. Evite ser arrollado”.

Una señora con bebé en brazos, una parejita abrazada más que por amor por la necesidad de no perder “su puesto”, un par de ancianos y un numeroso grupo de hombres y mujeres, son los que se disputan ser los primeros en ingresar al tren cuando este se detenga.

Una vez más la voz del parlante aparece: “Hágase a un lado de las puertas y dejen salir a los usuarios. Recuerden que dejar salir es entrar más rápido”. Sin embargo, las personas hacen caso omiso y vuelven los empujones, pero esta vez más agresivos, y hasta groserías.

“Esto es todos los días, ya ni siquiera respetan las canas”, grita uno de los ancianos agolpado en la puerta. La batalla es doble, unos luchan por salir y otros por entrar. “Pa’la próxima invítame al cine, sádico”, gritan desde adentro y por el timbre de voz parece una adolescente.

La alarma del cierre de puertas suena y es como si advirtiera el final de la batalla en esta estación. “Toca empujar más fuerte porque si no nos quedamos afuera”, le dice una señora de unos 40 años a un adolescente de unos 15 años.

Dentro del vagón, mientras unos hacen control de daños, otros se gritan de esquina a esquina alegando quién fue capaz de entrar sin agredir a un mayor número de personas. Pobre del que llegue a quejarse de las agresiones recibidas, porque la respuesta menos grosera que se puede escuchar es: “Cómprate un carro, pues” y el más osado, grita: “Paga un taxi, así vas sentada, con aire y sin empujones”.

En medio de la nueva contienda, pero ya dentro del vagón, el anciano que pidió respeto a sus canas dice: “Recuerdo que antes era mejor viajar en Metro que en autobús. La gente era decente y educada. A los viejos como yo nos cedían el puesto y no nos empujaban ni nos gritaban o insultaban al entrar. De eso ya no queda nada, solo el recuerdo. Me da tristeza que mis nietos se estén criando en medio de una sociedad sin valores ni respeto. Espero nunca sean como ustedes”.

La única brisa que se puede sentir dentro de los vagones solo la disfrutan quienes se quedan en las puertas, es la que entra cuando estas se abren al parar en cada estación. La gente aglomerada, en ocasiones unos sobre otros, suda al compás de su vecino, como si se tratara de una actividad de entrenamiento físico, intentando respirar por encima de la cabeza de los demás.

“Hace un mes hubo un incidente en el tren en el que yo estaba viajando. Nunca supe qué fue lo que pasó, pero el caso es que nos desalojaron en medio del túnel antes de llegar a Plaza Venezuela porque la gente se estaba asfixiando. Recuerdo que había una mamá súper preocupada porque su hijo era asmático, no sé si de los nervios o qué, pero yo ya veía al chamo morado”, dijo un joven de unos 20 años de edad.

Los que comen en las instalaciones

Quienes conocieron el Metro de Caracas en la década de los 90 recordarán el llamado de atención que, desde los parlantes, se hacía a quienes se atrevían a consumir alimentos o bebidas en las instalaciones. Hoy todo ha cambiado: en cada estación se sube un vendedor de chupetas, caramelos, chicles o chocolates, chucherías más solicitadas por los usuarios.

“Una vez vi a un señor vendiendo dentro del vagón quesillo y tortas”, dijo una mujer. “Lo peor no fue eso, sino ver cómo una mujer, más o menos de mi edad, que andaba con tres niños pequeños, compró dos quesillos y una torta. Se los comieron aquí dentro del vagón, y luego echaron los platos y cucharillas al piso”, agregó.

Otra mujer la interrumpió: “Es una triste realidad que se ve todos los días. Yo hasta he visto a mujeres pintándose las uñas de los pies en el vagón, no es broma. Por increíble que sea, les juro es verdad. Yo lo había visto una vez en las redes sociales, me lo mostró mi hijo me dijo que era un meme, cuando vi que si podía ser cierto casi me da un infarto de la impresión”.

Un hombre continuó la conversación: “Es que ya nada es como antes. A mí me criaron bien, a todos nosotros que somos más o menos de la misma generación. Pero los muchachos de ahora carecen de valores, eso es culpa de la una sociedad que se ha ido destruyendo poco a poco. Estamos tan concentrados en los problemas del día a día que dejamos de lado solucionar los problemas desde la raíz”.

Hoy subirse al Metro de Caracas es todo un reto. El transporte subterráneo, y otrora de excelencia para los caraqueños vive constantemente entre apagones, falta de aire acondicionado, problemas de seguridad y fallas en la atención al público.

A principios de diciembre, aproximadamente a las 8:00 pm, el servicio aún mostraba los estragos de una falla en las vías que se desarrolló a las 9:00 am. En esa ocasión, por los parlantes se podía escuchar al único trabajador del metro que se encontraba en una de las dos casetas de estación Altamira: “Se les informa a los señores usuarios que el tren que está ingresando en dirección Palo Verde no continuará prestando servicio comercial. Será desviado a la estación Plaza Venezuela”.

Ya sin parlante, el empleado dijo a quienes hacían la cola para ingresar: “Si van a Palo Verde les sugiero usar transporte superficial. Solo están funcionando tres trenes. Todos serán desviados a Propatria, porque Plaza Venezuela está colapsada”.

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