“Toda esa basura la revisaba yo antes para sobrevivir y comer”

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    Todos los días, a partir de las 7 de la mañana aproximadamente, William Chacón sale a recorrer las calles de Los Teques, sostenido por un par de muletas que le facilitan la caminata, para dirigirse a la casa de “las monjitas”, donde le dan de comer y luego va hasta el Hospital Victorino Santaella para que le hagan la cura de una úlcera varicosa en su pie derecho.

    Cerca de 2 años vivió este hombre en condición de calle y al pasar frente al basurero señala y dice: “Toda esa basura la revisaba yo antes para sobrevivir y comer”. Desprotegido y vulnerable tras la muerte de su madre y hermana menor, la única familia que tenía, Chacón cayó en la indigencia.

    “Antes tenía a mi mamá y a mi hermanita, pero ahora quedé como se dice solitario. No tengo a nadie y desde ahí vino mi recaída que fue caer en la calle, dormir en la basura y comer. Nunca me imaginé vivir así. Yo trabajaba y tenía mis trabajos buenos. Me ganaba la vida como era y vivía más o menos”, contó.

    Recostado en una acera recuerda la razón por la que hoy usa muletas: “Hace 6 años producto de una moto china que me arrolló, me partió la tibia y peroné en dos. Lo cual me presenta una herida en el pie derecho que se llama úlcera varicosa, me agarró una infección en el hueso y requiere de una operación”.

    Cumplir con sus rutinas de alimentación y salud se le ha complicado desde la llegada del COVID-19, porque debido a la cuarentena el servicio de transporte público es menos fluido que antes. Así que a donde sea que vaya debe trasladarse a pie y cada cierto tiempo debe hacer descansos de 25 minutos para poder continuar. Se le puede ir el día en un par de recorridos y el regreso a casa.

    Apoyado en la fe

    Chacón se muestra como un hombre devoto y creyente. Cuenta que cada día al despertar pide a Dios por su salud y la sanación de su pie, así como por la salud y vida de los que lo ayudan. Como es el caso de Alexander y Margarita que le brindaron albergue en su casa.

    “Margarita es una señora de 90 años. Es una abuela y es muy bella, que Dios la bendiga. Ella siempre me habla de su historia, me cuenta todos los días la misma historia, pero es un ser muy especial”, explicó. “Yo vivía en la calle, comía de la basura, pero le doy gracias a mi mamá, que en paz descanse, que me mandó un ángel que ahora me está ayudando, me dio un techito”.

    Mientras dice esto Chacón mira al cielo y agrega: “Le doy gracias a Dios y a mi mamá que me ayudan cada día. Nunca pierdo la fe. Tengo una fe inmensa sobre todo en Jesús. Le pido a él que me sane mi pie para poder trabajar y valerme por mis propios medios. Ahora para sobrevivir tengo que ir donde las monjitas, a veces me acuesto hasta sin cenar, pero hasta fruta me dan”.

    También agradece a sus amistades que se preocuparon por él cuando vivía en las calles y comía de la comida: “Me decían ‘no te metas en esos conteiner que te vas a enfermar’, yo los vi y me aconsejaron. Les agradezco a ellos que, por medio de ellos, dejé de estar metiéndome en los conteiner cuando comía comida podrida, pero es tremendo. Muy difícil”.

    Desea volver a trabajar

    Explica que la lesión que le ocasionó el arrollamiento le impide ser reinsertado en el mercado laboral, al menos hasta que sea sometido a una operación que le permita volver a caminar y ser independiente: “Pero para esa operación se gasta dinero, yo no cuento con familia ni recursos para ayudar”.

    El hombre recuerda que antes de caer en la indigencia trabajó como ayudante de cocina, de mantenimiento, de albañilería y vigilante. Durante su período en la calle se dedicaba a recoger y reciclar potes y envases de plásticos para luego venderlos y poder comer.

    Señala que antes de la pandemia contaba con la caridad de quienes tienen negocios en la zona. “Cuando sacaban la basura, me ayudaban que si con un pedazo de pan o una empanada, pero ahora todos los negocios a las 12 ya están cerrados. Por eso para cenar a veces me cuesta”. No es beneficiario del programa CLAP, aunque a veces le cae algún bono de Maduro, pero no es suficiente para subsistir.

    “Los alimentos cada día son más caros, a veces sí me llega un bono, no podio (SIC) decir que no, pero cuando voy a preguntar cuánto cuesta un arroz o una harina, cuestan como 200 bolívares y el bono no me alcanza ni siquiera para comprar. Compro una harina no compro una sardina. No me han ayudado con una bolsa ni una caja de CLAP, lo que he visto es la caja vacía que la botan por ahí”.  

    Chacón asegura que de recibir algún beneficio podría ayudar a quienes lo ayudan a él y mejorar su vida. “Quisiera que me llegara alguna bolsita de CLAP para poder colaborar a donde estoy, que ellos me ayudan. Mi situación podría mejorar cuando tenga bien mi pie y pudiera valerme por mis propios medios, que pudiera conseguir un trabajo para alquilar una habitación y mis alimentos”.

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