63,5% de los presos fallecidos fue por desnutrición y tuberculosis

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Los presos venezolanos viven las consecuencias de estar hacinados durante años en centros penitenciarios que no cuentan con las condiciones mínimas de aseo ni alimentación. Enfermedades graves que se creían erradicadas, como la tuberculosis y la escabiosis, no tardan en hacerse presente en sus organismos y una vez que se contagian la asistencia médica es inexistente. “La situación es tan grave que en 2019 la cifra de fallecimientos por problemas de salud fue superior a la referida por motivos violentos. Del total de 104 fallecidos, 66 fueron por motivos de salud, lo cual representa el 63,5%”, indica el informe anual con fecha de ese año, realizado por el Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP).

Al comparar 2019 con los años anteriores se evidencia el alza en esta causa de muerte. En 2018, 40 de los 291 fallecidos que hubo ese año murieron por motivos de salud, y en 2017, 28 de 143 fallecieron por el mismo problema. Aunque la situación ha empeorado con el tiempo, “los espacios destinados a servicios de atención médica primaria en los centros de reclusión se encuentran cerrados, bien por falta de personal médico o de enfermería, o porque la dotación de insumos es prácticamente inexistente”, señala la ONG en el informe. “Por otra parte, aunque es una obligación del Ministerio de Asuntos Penitenciarios, no existe un control de rutina sobre la población reclusa”, agrega.

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En consecuencia, son los familiares de los presos quienes suministran los tratamientos o medicamentos que se requieren. La directora del OVP, Carolina Girón, detalla que padecimientos como “la tuberculosis, la escabiosis, las enfermedades de la piel, las cardiovasculares y las respiratorias, como la neumonía, son comunes en las cárceles venezolanas”, debido a que los riesgos de contraer alguna de ellas están al orden del día. “Los espacios de carácter individual, como lo son las celdas donde debería permanecer un solo recluso, o como máximo dos, se encuentran ocupados hasta por treinta privados de libertad en infraestructuras al borde del colapso”, puntualiza el informe, que evidencia que los 52 lugares de reclusión del país tienen una sobrepoblación de 167,66%, lo que se traduce en hacinamiento.

La ONG explica que de los 52 centros nacionales, solo 44 están en funcionamiento y de ellos 14 albergaron 40.507 reclusos en 2019, lo que representa 92% del total de 43.992 privados de libertad que hay en Venezuela. De 2002 a 2018, ocho sedes penitenciarias han sido cerradas, entre ellas la Penitenciaría General de Venezuela y La Planta. Allí no hay presos, mientras que en otros centros hay hacinamiento de 4 mil presos. 

El modus operandi del Ministerio para Asuntos Penitenciarios ha sido dividir los planteles existentes, cambiarle el nombre a uno de los edificios que lo conforman y simular la creación de nuevos espacios como, ejemplo, el Centro de Formación Hombre Nuevo Simón Bolívar, el Centro de Formación Hombre Nuevo Winnie Mandela y el Centro de Formación Nelson Mandela. 

Sin embargo, a las enfermedades ya mencionadas se le une la desnutrición, la cual, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “aumenta el riesgo de tuberculosis y viceversa; en consecuencia, la desnutrición tiene gran prevalencia entre las personas con tuberculosis”.

Girón enfatiza que el alimento diario en las prisiones consiste en tres opciones, todas con cero proteínas: una taza pequeña de arroz, muchas verduras con agua, o en su defecto, pasta con muchísima agua, debido a que “los entes encargados de proveer la comida a estos recintos no supervisan la entrega efectiva, eso sin contar las condiciones de insalubridad de aquellos que efectivamente son entregados”. “Las porciones de comida no se corresponden con las indicadas para una alimentación balanceada”, señala el informe.

Añade que en aquellos lugares donde el control es ejercido por un líder negativo, los reclusos cuentan con una mejor alimentación siempre que hagan la debida cancelación de una cuota solicitada por los pranes para el resguardo de la vida y el suministro de una comida medianamente balanceada.

En el documento, el OVP afirma que ha comprobado que los fallecimientos se deben, en su mayoría, a la desnutrición y la tuberculosis. Y, en consecuencia, en 2019 se registraron 1.934 huelgas de hambre en los centros penitenciarios.

En las sedes de reclusión para mujeres se “sufren las mismas condiciones que los hombres en prisión”, dice la presidenta del Observatorio Venezolano de Prisiones, con la diferencia de que muchas son madres y están en compañía de sus hijos hasta que estos tengan 3 años de edad. Pero no hay programas que las atiendan a ellas y a sus menores.

El informe señala que entre 2017 y 2019 disminuyó la población de mujeres, pero sigue el hacinamiento. Esto también ocurre en los centros de detención para hombres, debido a que en 2019 la población de las cárceles disminuyó, pero la población en calabozos policiales aumentó a 38.000 presos aproximadamente.

La capacidad instalada en los 17 centros dedicados a la población reclusa femenina es de 2.154 plazas, pero de acuerdo con los registros del OVP la cifra de las privadas de libertad para el año 2019 ascendió a 2.526. Esto representa una sobrepoblación de 15%, lo que implica un riesgo moderado según los estándares internacionales sobre el hacinamiento en materia penitenciaria.

La ONG ha constatado que en 20 años, desde 1999 hasta 2019, fallecieron 7.374 personas en las cárceles venezolanas y otras 17.715 resultaron heridas, lo que engloba una cifra total de víctimas, entre muertos y heridos, de 25.089. A lo que Girón afirma: “En las cárceles no debe morir nadie porque estás bajo la tutela del Estado”.

Hacinados durante la COVID-19

“Lo que vamos recopilando en los meses de 2020 es muy escabroso, no hay una información oficial de contagio de la COVID-19 en las cárceles, pero lo que sí tenemos es tuberculosis”, dice Carolina Girón.

Añade que durante los más de cuatro meses que tiene Venezuela en cuarentena se han hecho desinfecciones en dos o tres centros penitenciarios y “la prohibición de la visita ha aumentado la desnutrición y las enfermedades, porque cuando se tomó la medida no hubo un protocolo. No obstante, hace dos semanas el ministerio se dio cuenta de lo que pasaba y, desde entonces, permite la entrega de la paquetería, cuidado personal y alimentos por parte de los familiares que la dejan en la entrada”.

Debido a la falta de un protocolo en la pandemia, los presos estuvieron tres meses sin saber nada de su familia y, de igual manera, sus padres, hermanos e hijos, no sabían cómo estaban ellos.

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