A sus 22 años, Jesús se dedica a lo que hacen muchos jóvenes de los estados andinos: es uno de los llamados ferieros, vendedores de hortalizas y frutas a cielo abierto, que regularmente viajan por carretera hasta la capital venezolana para ofrecer su mercancía.
La paga no es mucha y lo largo del recorrido en un camión – más de 800 kilómetros desde el estado Táchira hasta Caracas- lo deja adolorido y trasnochado, pero con la recompensa de compartir con gente diferente y no quedarse en el mismo sitio.
Este joven tuvo el sueño de ser un policía experto en criminalística, pero lo descartó cuando se acostumbró a ganar dinero de esta forma. Uno arriesga la vida de uno. Está retirado de la familia, no sabe cómo le va en el camino. Si vuelve a llegar o no, dice.
Ya que más nos toca, es su muletilla. Una frase que lanza cada tanto, con un dejo de resignación.