El servicio de reparación de prendas de vestir es importante para los consumidores como una alternativa frente a los altos precios de la ropa nueva.
Sin embargo, esos arreglos han pasado a un segundo plano debido a que el presupuesto familiar se destina a gastos prioritarios como los alimentos, aseguraron artesanos de la costura que solicitaron guardar sus nombres en reserva.
«De una docena de talleres que funcionaban en la parroquia Candelaria hasta antes de la pandemia, permanecen abiertos solo dos», contó un consultado.
El cierre de sastrerías y talleres de costura también se puede observar en otras zonas de Caracas como Sabana Grande, San José y Catia.
Un sastre -cuyo negocio fue instalado por su padre en 1988- narró: «El servicio que prestamos es muy importante. La pandemia nos golpeó muy duro, pero desde antes ya la gente bajó los encargos porque deben gastar lo que ganan en comida y medicinas y sus precios suben a cada rato por la hiperinflación».
Desde su taller ubicado en un centro comercial, una costurera recordó que la caída del trabajo se agudizó a partir de 2017, pero desde 2019 las cosas empeoraron.
Las fuentes revelaron que a diferencia de los zapateros, quienes se dedican a la costura no pueden trasladar el negocio a un puesto ambulante en las aceras de Caracas.
«Con el recrudecimiento de la pandemia intenté trabajar desde mi casa ofreciendo el servicio en grupos vecinales de WhatsApp, pero el número de encargos era pequeño», señaló una costurera.
Agregó que cuando se declaró el esquema 7+7 retomó la actividad en el local comercial. «Ahora me va un poco mejor y espero que la flexibilización de la cuarentena se mantenga», dijo.
Vecinos de los negocios de costura cerrados indicaron que la mayoría de los propietarios se fue del país con la esperanza de desempeñar ese oficio en el exterior.
«Ahora hay que caminar más para reparar las prendas porque hay menos establecimientos abiertos», se quejó una ama de casa en San Bernardino.
Otros negocios de costura que también han cerrado son las sucursales -muchas localizadas en centros comerciales- de franquicias dedicadas a esa actividad.
«Los caraqueños siguen adelgazando porque comen menos. Muestra de ello, es que continúan los trabajos de reducción de talla de las prendas de vestir», anotó un sastre en el centro de la capital.
Otros encargos son la colocación de cierres a los pantalones, subida y bajada de ruedos, volteo de cuellos y puños de las camisas y chaquetas, y la colocación de parches a los jeans gastados.
Las tarifas promedio por los arreglos suelen estar entre 2 y 7 dólares.
«Una entrada importante para el negocio es la confección de vestidos para quince años, primeras comuniones, fiestas y cortejos de boda, pero con la pandemia todo eso se paralizó. Espero que 2022 sea un año mejor», manifestó una costurera.
Respecto a la provisión de insumos y materiales, los consultados revelaron que la fuerte escasez entre 2014 y 2017 se superó con la apertura de las importaciones.
No obstante, esos productos (hilo, agujas de coser a mano y a máquina, alfileres, cierres y telas, entre otros) se pagan en dólares y sus precios suben constantemente.
Respecto a las telas, las fuentes revelaron que la provisión de ese material es complicada para ellos que son minoristas.
«Las tiendas y las distribuidoras prefieren surtir a las fábricas de ropa que les hacen pedidos al mayor», refirió una costurera.