Linchamientos mediáticos. Esto no mola

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Ya sabemos como somos aunque no nos reconocemos. Españoles, superiores, chulos y sabelotodo. Y envidiosos, y rencorosos. Es lo que tiene la falta de educación, las escasez de elegancia y clase, del sentido del respeto y la convivencia. En fin, de valores fundamentales de la vida. Y no es una opinión interna, es lo que piensan de nosotros por muchos sitios del mundo. Y lo dice alguien que ha viajado un poco y sobre todo escuchado a la otra parte.

A lo que voy, que es el tema de hoy. Se ha muerto Rita Barberá de un infarto “fumigante”, como dice la abuela de mi mujer. La alcaldesa de España por excelencia no ha resistido el acoso al que se ha visto sometida en los últimos meses por un supuesto blanqueo de 1.000€ en la financiación de una campaña lectoral de su partido, el Partido Popular de Valencia.

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Rita Barberá no estaba condenada por la justicia, por lo que técnicamente ha muerto inocente. Lo fuese o no, pero condenar a alguien es la tarea de la justicia aquí y en Sebastopol. De nadie más.

Pero se ha ido al otro barrio condenada a muerte por parte de los ciudadanos, de los partidos políticos, de los medios de comunicación, de las redes sociales, de todo el estercolero en que se ha convertido España desde que impera el “todo vale”.  Desde hace ya unos cuantos años, en los que los escándalos de corrupción son portadas de los periódicos cada día, unas veces de políticos de izquierda y otros del otro lado, de empresarios y chikilicuatres de medio pelo, los presuntos delincuentes, esos que se ven en el disparadero muchas veces sin motivo, son objeto de un linchamiento sin piedad.

Si observamos lo sucedido con la ya difunta Barberá vemos cómo desde el primer día en que saltó el escandalo Taula, el del “pitufeo” de donaciones de 500€ a su partido que les eran devueltos, presuntamente, a los donantes en metálico después de haberlos transferido legalmente, sorprende ver a una fuerza de la naturaleza escondida tras las cortinas de su casa, donde hordas de periodistas y “mocitos felices” la esperaban para abuchearla, apalearla y juzgarla antes de tiempo. Hoy lo ha dicho otra de las históricas del PP, Celia Villalobos: “a Rita la han matado los periodistas”. Luego ha matizado, pero le ha salido del alma en un momento de dolor.

Las redacciones de hoy en día están plagadas de chavales muy jóvenes, mal pagados y con pocos recursos para ejercer y crecer en la profesión . En estos casos, donde huelen a carnaza, saltan como tigres sobre la presa. Si la hieren ya la tienen a su disposición. Y si no la pillan la convierten en aliada.

A Rita Barberá le mordieron donde más duele, en su honor y en su dignidad, valores que le destrozaron y que ya no podrá restaurar. No tuvo la oportunidad de que el Tribunal Supremo archivara su causa por la vía natural, lo ha tenido que hacer por extinción de responsabilidad penal. Claro, está muerta.

Soy testigo directo de cómo muerden quienes quieren hacer daño y sacar un rédito político o periodístico de un comentario malintencionado pero acertado en el entorno en el que se “suelta”. He escuchado cómo se acusa a una persona de “crear complejas y sofisticadas tramas empresariales para financiar” al partido de turno… cuando el que hacía la acusación en plena rueda de prensa no conocía ni siquiera el nombre de la persona a quien quería linchar. El objetivo: oportunismo político y vanidades insoportables.

Rita tenía que estar hundida. Los picos de estrés, depresión y abatimiento que provocan los juicios paralelos que se establecen sin motivo ni argumentos sólo pueden tener una consecuencia: el deterioro psicológico de quien lo está sufriendo. La ansiedad te lleva al descuido de tu salud, de la alimentación, de las relaciones con los demás y contigo mismo. Hay que ser de una madera muy especial para aguantar a las hordas de hijosdeputa que pululan libremente por twitter, por ejemplo y que, casualidad, casi nunca tiene nombre y apellidos. La estrategia del cobarde, de la hiena, del carroñero.

Alberto Garzón, dirigente de Unidos Podemos ha hecho el comentario más asqueroso después de la vileza de todo su grupo cuando no han sido capaces de respetar el minuto de silencio pedido en el Congreso de los Diputados por el fallecimiento de una persona. Garzón ha dicho que no participa en homenajes a “personajes corruptos”. Ser corrupto es una condición que te da una sentencia judicial que te condena por ese presunto delito, pero mientras tanto Rita Barberá no era una corrupta, era una ciudadana como usted: inocente.

España es el país de los juicios paralelos, de los linchamientos mediáticos ejecutados por pseudoperiodistas sin la menor idea de lo que significa el ejercicio de la profesión. Creo sinceramente que uno de los grandes males de nuestro país es que los medios de comunicación han estado, y están, dirigidos y controlados por personas con escaso peso en su formación. Mediocre con un gran poder. Me incluyo, porque aunque no muy importantes, tuve responsabilidades en medios de primer nivel en España.

Es imposible saber el nivel de tristeza de Barberá en sus últimos días. Abucheada por ignorantes, desprotegida y abandonada por su partido de toda la vida (aunque hoy han cerrado filas entorno a ella ante el desplante de Podemos), señalada por la Justicia, insultada y denigrada en la calle o en redes como Twitter. Ridiculizada por todos.

Un infarto, normal. Lo extraño es que hasta hace apenas 48 horas fuera capaz de peinarse, vestirse y hacer el paseíllo de la “vergüenza del telediario” con una leve sonrisa. Pero ya con el rostro y el cuerpo de un gran rinoceronte herido. Por los juicios paralelos, por el linchamiento mediático y social.

Es algo que deberíamos revisar. Somos un país de cotillas y envidiosos y llegamos hasta alegrarnos de la muerte de una persona. Eso no mola.

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