¡Mamita, campeonamos!

- Publicidad -

El 17 de febrero de 1974, yo era un niño de apenas 6 años. Estudiaba primero de primaria en la escuela y aquel domingo por la tarde tenía ese sabor agridulce de cuando estás en día de descanso pero a cada rato te viene a la mente que a la mañana siguiente regresarás a los rígidos horarios, las rutinas y las clases.

Esa tarde, en la España tardofranquista, todo el país estaba sentado frente al televisor viendo un partido de fútbol en vivo: El gran clásico, Real Madrid y Barcelona se enfrentaban a cara de perro en un abarrotado estadio Santiago Bernabéu.

- Publicidad -

El espectáculo que contemplé en aquel aparato en blanco y negro que presidía el salón en la casa de mis padres marcó ni vida para siempre. Ese día, un niño madrileño, nacido y criado en la capital de España, antagonista de Cataluña, decidió ser fanático del Barcelona.

Hubo cinco razones y todas en forma del gol. Porque aquella tarde, el Barcelona, liderado por el gran Johan Cruyff, le endosó cinco goles como cinco soles a una desbaratado Real Madrid. No pude resistir la tentación de tomar la decisión políticamente incorrecta para mi entorno y apuntarme para siempre al equipo de los colores blaugranas.

Por supuesto que la personalidad de Cruyff marcaba aquel equipo que le bailó a los merengues pero me llamó la atención el autor del quinto gol que acompañaba al holandés en la delantera junto con Rexach, Asensi y Marcial. Se llamaba Hugo Sotil, le apodaban “Cholo” y hace unos meses contaba en una entrevista concedida al diario “El País” como en aquella explosión de juventud, alegría e inocencia tras la proeza, corrió a celebrarlo y su compañero “El Flaco” no le dejó exteriorizar su júbilo.

“Estamos en Madrid, quieres que nos maten a todos”, le dijo un prudente Johan Cruyff al Cholo. Lo que vino después en los meses siguientes supuso la entrada en la gloria del delantero que nacido en Ica, Perú, y que había trabajado en su país lustrando zapatos, vendiendo palomitas de maíz, cargando pesados sacos en una fábrica y otros humildes oficios antes de convertirse en una estrella del Deportivo Municipal de Lima y de la selección peruana. Su extraordinario juego y el de su compañero en la escuadra nacional Teófilo Cubillas, llamaron la atención del técnico del Barcelona Rinus Michels que acabó fichándolo.

Ahora a sus 65 años, el Cholo también recuerda emocionado el momento en que conquistó la Liga Española junto a sus compañeros: “Mamita, Campeonamos”, gritó llorando mientras llegaba a la cúspide de la montaña rusa que para muchos jugadores de origen humilde se convierte el fútbol profesional.

Fruto de la borrachera de éxito y campeonatos, el niño que un día lustró zapatos en Lima, se compró un Ferrari amarillo por el que era habitual verse mover por la noche barcelonesa. Días de vino y rosas que décadas después han quedado en sólo un bonito recuerdo. En los últimos años, los medios peruanos han hablado de los problemas económicos de esta vieja gloria de fútbol a la que una pequeña pensión más algún dinerito cobrado tras realizar saques de honor en partidos, le ayudan a subsistir a duras penas, aquejado además de una lesión en una pierna.

Jorge Alberto González Barillas nació en San Salvador el 13 de marzo de 1958. Con los años se ganó el apelativo de Mágico y con su talento para el ilusionismo futbolístico lideró a la selección de El Salvador para conseguir una plaza en el mundial de fútbol celebrado en 1982, dejando en el camino a la escuadra mexicana del Hugo Sánchez de los mejores tiempos-

También de origen humilde, Mágico impactó al mundo con su juego en España y fue reclamado por grandes clubes. Curiosamente acabó recalando en el Cádiz, un modesto equipo de Andalucía, donde combinó las gestas deportivas -donde humilló en momentos puntuales a grandes como el Real Madrid y Barcelona- con las juergas y excentricidades. La leyenda habla de sus noches de parranda tras las que acudía directamente a los partidos o de sus siestas en el vestuario entre el primer y segundo tiempo.

Mágico huyó y regresó a Cádiz pero nunca cuajó en un club puntero. Su retorno –como el del Cholo- a la “vida civil” alejada de los estadios tampoco fue sencilla. A día de hoy ambos viven alimentados del recuerdo de los buenos tiempos. Quizás todo valió la pena por vivir un segundo de gloria para gritar: “mamita, campeonamos”.

- Publicidad -

Más del autor

Artículos relacionados

Lo más reciente

Movimientos Sociales de Voluntad Popular se organizan de cara a las presidenciales

Asumieron  el compromiso de trabajar en pro de un proyecto de gobernabilidad para que Venezuela sea un país accesible donde todos los derechos sean para todas las personas.

Voto Joven invita a los ciudadanos a proponer su “receta” para construir una Venezuela mejor

Los activistas se desplegaron en diferentes calles y plazas de los estados Anzoátegui, Bolívar, Monagas, Zulia, Carabobo y Cojedes, invitando a la ciudadanía a compartir su visión y propuestas para el futuro del país.

Eduardo Fernández: «No se podrá reconstruir al país sin un gran acuerdo nacional»

Saludó la propuesta que hizo el presidente de Colombia, Gustavo Petro junto al presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva sobre un plebiscito.

¿Quieres recibir las notas de mayor interés en tu email?

Comparte con nosotros tu email y te haremos llegar las noticias de mayor relevancia directo a tu correo