Hay quienes les temen a las abejas, mientras que para otros son una pasión. Y este es el caso de Pablo Alejandro Pérez, biólogo ecólogo de profesión y coordinador del proyecto Mis Vecinas las Abejas, el cual se enfoca en la “conservación de abejas nativas en la gran Caracas».
«Nuestra ciudad está rodeada de una de las regiones de mayor mega biodiversidad del planeta y los caraqueños no lo saben. Esto ya es grave, pero en el contexto de crisis climática es un pecado”, afirma Pérez.
Así que con el proyecto, según explica, busca “romper o salvar esa brecha y eso lo hacemos con las abejas sin aguijón. Casi nadie sabe que existen. Son muy abundantes en la ciudad. Nadie las ve, no se ve lo que no se conoce y hay que explicar un poco el cliché web sobre las abejas. Se suele pensar en la apis mellifera cuando imaginamos unas abejas o cuando se suele hablar de salvar a las abejas. El proyecto abre ese universo hacia la diversidad de abejas y de otros seres que colindan la ciudad”.
El biólogo indicó que el secreto para preservar a las abejas no es otro que “cuidar nuestro ecosistema, hacer cultura en torno a la diversidad biológica”. El proyecto “Mis Vecinas las Abejas”, que nació con la pandemia y “ha evolucionado con el tiempo”, también ofrece cursos de capacitación para que la colectividad pueda “producir conocimiento en torno a las abejas y escalar la red de meliponicultores de la gran Caracas”.
Comentó que todo comenzó cuando estaba “buscando las abejas en bici en plena pandemia, la ciudad estaba vacía. Luego obtuve mis primeras colmenas, empecé a criarlas y, finalmente, inicié los talleres dos sábados al mes, en las tardes. Por terapia ocupacional me gusta trabajar en el monte con gente y la naturaleza”.
Por esta razón se sintió motivado a impartir sus conocimientos a través del “proyecto que tiene la intención de dar una tecnología que a la vez te obliga a vincularte con tu entorno natural desde el agradecimiento. Los meliponicultores cuidan el bosque y reforestan”.
Rompiendo el cliché de las abejas
Al preguntársele sobre ¿cómo luchar contra el miedo que les tienen algunas personas a las abejas?, Pérez, respondió que suele hacer “rescate de abejas que pican y me ha tocado explicar cómo reaccionan estos insectos. Actualmente, trabajamos con los bomberos universitarios para desarrollar protocolos de movilización y aunque las abejas que pican son una amenaza real, también son ecológicamente claves”.
Se mostró preocupado ante el desconocimiento generalizado que se cierne sobre estos insectos: «Nos urge una sociedad que respete a los seres vivos y, por eso, enseñamos a los bomberos a movilizarlas. La web es una marea de información, se consigue lo que quieres escuchar. Es necesario trascender en eso y construir un sentido de pertenencia coherente a nuestra condición de habitantes de una región tan privilegiada. Hay que hacer cultura y es importante entender que hay muchas especies de abejas, pero solo una es peligrosa”.
En cuanto a los beneficios y productos que se obtienen de las abejas, detalló que “las abejas sin aguijón, producen y prestan servicios de polinización. Las mieles son más finas y medicinales. Se usan de colirios, cicatrizantes, para la tos y gripe. Producen pan de polen, un súper alimento, conteniendo todo lo que necesita el cuerpo y asimilable de forma nutracéutrica”.
Otro producto del que habló fue del propóleo: “Consumirlo es no dejarlo de usar nunca. Propóleo, del latín propolis o protección de la ciudad, es una sustancia conocida por la humanidad desde la edad de piedra. Los egipcios y los mayas lo conocían. La ciencia actual aprueba su potencial medicinal. Es difícil explicar qué hace el propóleo. Hay que remontarnos a su origen, las plantas. Las abejas recogen resinas y exudados de las plantas, hojas nuevas, yemas o bote de resina”.
Añadió que estas sustancias las hacen las plantas para protegerse de hongos, virus y bacterias. «Las abejas las colectan como material y para salubridad de la colmena. Es por eso el gran espectro medicinal del propóleo. Las plantas no tienen un sistema inmune con células, ellas producen súper sustancias. Por eso, el propóleo es capaz de curar una gripe, una infección o ser un promotor del sistema inmune humano y complemento; además de ser un excelente antioxidante”.
Abejas vecinas
Para los interesados en conocer más del proyecto pueden ingresar a la cuenta de Instagram @misvecinaslasabejas o acudir al meliponario escuela, que está ubicado en Baruta. “Pero las actividades transcurren en la ciudad megabiodiversa de Caracas”.
Sobre los cursos que ofrece, Pérez indicó que se aprende meliponicultura, el arte de criar abejas melipininas, también conocidas como abejas nativas o sin aguijón. «Comienzan con un recorrido de observación, ubicamos colmenas de la zona, flores y fuentes de propóleo. Diseñamos un recorrido. Hacemos lo invisible cotidiano. La diversidad está a pie de calle».
Enamorado de estos insectos, el biólogo acotó que “la abejas invitan a pensar en todo el bosque. La polinización es una de las fuerzas naturales más grande de los sistemas terrestres. Y en los talleres construimos una simbología entre el privilegio de la isla verde y las abejas. Todas sus representaciones posibles, las miramos como trabajadoras, resilientes, simbióticas, cooperativas, y, sobre todo, diversas: grandes, chicas, amarillas, negras, marrones, verdes con rayas, sin rayas, largas o flacas. Son distintas».
El coordinador de Mis Vecinas las Abejas dijo que la receptividad de las personas ha sido positiva, pues a “la gente le gusta las abejas, hay un imaginario positivo en torno a ellas. Aún más cuando no pican y siempre se agradece saber más sobre tu casa, tus espacios. Mi casa está llena de abejas que no pican, a toda mi familia le alegra esta actividad”.