Pensionada: “Ni para hacer mercado alcanza ese dinero”

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“Vamos a ver si ya cayó la pensión”, dijo esperanzada Laura Rodríguez, maestra de escuela jubilada hace más de una década, mientras ingresaba sus datos personales para acceder a la cuenta bancaria.

Sin embargo, fue interrumpida por su comadre Yajaira: “Costurera desde que tengo uso de razón”. Es así como suele presentarse cuando se le pregunta a qué se dedica, ya que por su edad también se trata de una pensionada del Estado venezolano. “Eso no lo depositan hoy, cae más cerca del 30”, le replicó Yajaira.

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Sobre la mesa del comedor reposaba la lista de supermercado que Laura esperaba cubrir con el abono de la pensión, dado que desde la administración de Nicolás Maduro se había anunciado un supuesto adelanto del pago de la pensión por el decreto de cuarentena radical desde este lunes 17 hasta el domingo 23.

A pesar del listado de productos básicos de Laura, la realidad en Venezuela es que los adultos mayores poco pueden comprar o pagar con el ingreso que le asegura el Seguro Social (IVSS). La pensión está por debajo de los 2 dólares, menos de lo que puede costar un kilo de queso o de leche en polvo.

“Uno cuenta con ese dinero para comprar las cositas que no vienen en la caja”, dijo Yajaira refiriéndose al beneficio de los Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP), que son otorgados a cierto grupo de venezolanos a través de los consejos comunales de cada localidad. “Pero eso no alcanza ni para un kilo de carne o un pollo entero”, añadió la costurera.

Laura explicó que para poder sobrevivir ella redondea sus ingresos con los bonos que le otorga el Estado prácticamente “intermensual”: “Como yo no soy chavista no me toca siempre, sino uno que otro”. No obstante, el grueso de sus gastos los cubre su hija, que es administradora y trabaja en una empresa transnacional.

“Si no fuera por ella, en casa nos moriríamos de hambre. El dinero de la pensión lo usamos para comprar las cosas de último momento, como cuando se acaba el café y no nos toca aún hacer mercado o para comprar pan, refresco y cosas así, porque ni para hacer mercado ni para comprar medicinas alcanza”, explicó la maestra.

Mientras tanto, su comadre, quien admite que la pensión no le alcanza para mucho, aprovecha la oportunidad para responsabilizar de la situación por la que atraviesa Venezuela a las sanciones que el gobierno de Estados Unidos ha impuesto a personeros de la administración madurista y a la creciente crisis mundial producto de la pandemia por el COVID-19.

“Yo ahora vivo sola, porque mi hija se fue del país. Con la pensión no hago mucho, pero es que si no trabajo no como, por eso sigo trabajando y cosiendo todos los días. Muchas veces la gente se queja por quejarse, pero no entienden que eso es culpa de los que andan buscando embromar al país y al presidente”, dijo Yajaira.

Crisis versus pensión

Daniel Guerrero de joven se dedicó a mecánica y ocios diversos relacionados a la construcción. Hoy tiene poco más de 70 años de edad. Dice que aún se ve joven y no quiere asustar a las “pavas” con su verdadera edad. Sufre de diabetes e hipertensión y, aunque ya no trabaja formalmente desde casi 15 años, le gustaba ayudar a su hijo en el taller antes de que la pandemia le cortara su libertad.

“Me la paso encerrado. Mi hijo no me deja ni asomarme a la ventana por mis enfermedades de base”, confesó Daniel visiblemente aburrido del encierro. “Dice que ya así, todo estropeado como estoy, le salgo caro. Así que no quiere que me dé el coronavirus porque sería peor y yo, la verdad, es que no es mucho con lo que lo puedo ayudar. Ya mis manos no son las mismas, mi cuerpo no resiste un día de trabajo y la pensión lo que da es vergüenza”, agregó.

Explicó que antes de la pandemia solía acompañar a su hijo a la farmacia y con el dinero de la pensión compraban sus medicamentos. “El mes pasado, mi hijo me contó que por una caja de Losartan le estaban cobrando más de mil bolívares. ¡Nojombre! Le di lo que tenía en la cuenta y quedé debiendo”.

“Este mes mi hijo me dijo que no me preocupara, que guardáramos ese dinero para comprar las fruticas del desayuno o las galleticas de soda, porque yo tengo una dieta estricta que no debo romper por la diabetes. Ni le quise preguntar cuánto le costaron las pastillas, porque me dio vergüenza. Ahora soy el mantenido de mi hijo”, detalló Daniel.

Similar situación a la que vive Lorena, hija única de un matrimonio de adultos mayores. Hoy Lorenzo y Elena tienen 75 y 70 años de edad, respectivamente. Cuando tomaron la decisión de tener hijos ya ambos habían superado la barrera de los 37, por lo que Lorena aún está cerca de los 30 años. No ha querido casarse, ni irse de la casa porque para ella sus padres son su prioridad.

“Me rompo el lomo trabajando para poder mantenerlos, es como tener dos hijos pequeños. Porque tengo que estar pendiente de sus dietas, por las enfermedades crónicas de cada uno, y sus medicamentos. Tan bonitos, siempre me ponen a la orden el dinero de sus pensiones, pero con eso solo me alcanza para comprar los productos de higiene personal o algunas cositas del mercado, lo más básico”, contó Lorena.

Aseguró que ni ella ni sus papás cuentan con ningún tipo de beneficio por parte de la administración de Maduro, tampoco recibe remesas del extranjero. Solo se mantienen con el suelo que gana como comerciante a través de las redes sociales.

“La cuarentena me ha ayudado porque he vendido de todo. Mis amigos me echan broma y me dicen que un día de estos voy a poner en venta hasta a mis papás, pero también me da mucho miedo porque si ni lo quiera Dios uno se me enferma, no sé cómo voy a hacer para costear los gastos”, finalizó.

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