La profesión más peligrosa de Guatemala: conductor de autobús

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    “En este trabajo uno no sabe si va a regresar casa y solo le pido a Dios que pueda volver cada día con mi familia”, asegura Leopoldo Monterroso, un conductor de camioneta roja en Ciudad de Guatemala, que ha accedido a que HispanoPost pueda grabar en el interior del vehículo. Supone un riesgo, dado que este tipo de transporte público sufre más de 120 asaltos diarios, a los que se suman los ataques armados de los extorsionistas que en caso de impago de la cantidad exigida asesinan a los pilotos y a sus ayudantes, conocidos como ‘brechas’.

    Solo hasta la primera semana del mes de agosto, según datos de la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH), se han registrado 101 muertes en el transporte público de Guatemala, de los cuales 26 eran pilotos de autobús, 13 eran pasajeros y 6 ayudantes del conductor. El resto de personas asesinadas fueron pilotos de “Tuc-Tuc” (23); pilotos de taxi (18); conductores de microbús (8); empresarios del transporte (2); presuntos asaltantes (2) y policías (1).

    Desde el 2010, se han contabilizado 2.138 personas asesinadas en este tipo de transporte, de las cuales 573 eran usuarios; 563 pilotos de camionetas (autobuses) y 236 ayudantes. Asimismo, murieron 286 conductores de Tuc-Tuc; 175 de microbús; 166 pilotos de taxi; 84 presuntos asaltantes; 28 policías y 27 empresarios.

    Esto convirtió la profesión de conductor de camioneta en la más peligrosa del mundo, según un estudio que realizó en el 2013 el periódico The Sun. El Defensor del Usuario del Transporte de la PDH, Edgar Guerra, asegura que este tipo de trabajo continúa liderando el ranking, debido, según revela, a que cada 20 minutos se registra un asalto en estas unidades, al tiempo que el transporte público sufre extorsiones bajo amenaza de muerte por parte de las pandillas, cuya cuantía asciende anualmente a 180 millones de quetzales (24 millones de dólares).

    El 65% de los ataques a las camionetas los cometen los sicarios a bordo de motocicletas que se aproximan a la parte delantera y disparan asesinando al piloto, al ayudante y en ocasiones a los propios pasajeros. El resto de crímenes se producen en el mismo autobús, donde los sicarios se hacen pasar por pasajeros y en un momento dado se levantan y disparan a bocajarro al conductor. El ataque que más repercusión ha tenido en los últimos meses fue el cometido el pasado 6 de marzo con una bomba casera colocada en el interior de un autobús extraurbano que causó la muerte de dos personas y heridas a más de 17 pasajeros entre los que se encontraban tres niños.

    Todos estos ataques han provocado una “psicosis” entre los 6,5 millones de usuarios que cada día utilizan en Guatemala este medio de transporte, dado que muchos de ellos se montan con el “miedo” de morir por una bala perdida o en medio de un asalto, tal como señala el Secretario de la Junta Directiva de la Asociación de Usuarios del Transporte Urbano y Extraurbano, Vladimir Díaz.  “Vamos inseguros y siempre pidiéndole a Dios que a la hora de abordar un autobús todo vaya normal, porque uno no sabe lo que le puede esperar”, lamenta.

     VIOLACIONES Y ACOSO SEXUAL A LAS MUJERES

    En el caso de las mujeres, la situación es aún peor, dado que en este tipo de transporte público sufren acoso sexual por parte de muchos hombres, incluidos los ayudantes del conductor que las silban, les dicen piropos soeces e incluso las tocan. “Se han dado casos de violaciones dentro de los autobuses”, denuncia Díaz, quien señala que en lo que va de año, su entidad ha recibido 12 denuncias por casos de violencia sexual que las ha trasladado al Ministerio de Gobernación, a la Policía Nacional Civil y al Ministerio Público, si bien “no hay una acción inmediata de la Justicia en la que haya detenciones”.

    Por ello, Díaz lleva diez años solicitando que haya un servicio de transporte exclusivo para mujeres, aunque desde el Gobierno no ha habido una respuesta a esta propuesta. Otro de los problemas que sufren las camionetas es el hacinamiento de los pasajeros, lo que facilita los abusos sexuales, así como los robos de carteras y teléfonos móviles. Además, algunos de estos asaltos acaban en un intercambio de disparos entre los ladrones y algún pasajero que también porta pistola, lo que suele provocar muertos y heridos entre el resto del pasaje.

    Esta saturación de las unidades se debe a que, a pesar de que la Municipalidad de Guatemala ha autorizado el funcionamiento de 2.926 autobuses rojos, únicamente operan 850 en un estado deplorable muchos de ellos. Asimismo, establecen la tarifa sin control ninguno por parte de las autoridades. Pese a que el precio normal es de un quetzal (0,1 dólares), los conductores llegan a cobrar hasta cinco quetzales (0,6 dólares), con el fin de compensar el gasto que supone afrontar las extorsiones que les exigen las pandillas.

    Precisamente, los empresarios del transporte se están doblegando cada vez más ante la presión que ejercen las 10.000 personas que se dedican al lucrativo negocio de la extorsión dirigido desde las cárceles por los líderes de las principales pandillas. Reflejo de que están abonando lo que les exigen es que la cifra de muertos ha disminuido, dado que en 2015 se registraron 250 asesinatos en el transporte público del país centroamericano, frente a los 418 que se produjeron el año anterior, que fue el más mortífero desde el 2010.