El Instituto Karolinska de Estocolmo, Suecia, concedió este lunes el premio Nobel de Fisiología o Medicina a Katalin Karikó y Drew Weissman por la vacuna de la COVID-19 basada en ARN mensajero.
Karikó, bioquímica húngara, pasó 40 años trabajando en la sombra y desarrollando avances claves para las inyecciones de Moderna y BioNTech; mientras que Weissman, médico estadounidense, trabajó con ella e hizo posibles las terapias a partir del ARN mensajero. Las vacunas de Pfizer o Moderna lo incorporan y no existirían sin su visión.
El jurado de la Academia sueca destacó que otorgó el galardón a ambos científicos porque sus descubrimientos “fueron fundamentales para desarrollar vacunas de ARNm eficaces contra la COVID-19 durante la pandemia que comenzó a principios de 2020. A través de sus descubrimientos innovadores, que han cambiado fundamentalmente nuestra comprensión de cómo interactúa el ARNm con nuestro sistema inmunológico, los galardonados contribuyeron a la tasa sin precedentes de desarrollo de vacunas durante una de las mayores amenazas a la salud humana en los tiempos modernos”, destacó el jurado
Karikó se convirtió en la mujer número 13 en recibir el Premio Nobel en Fisiología o Medicina, cuya primera entrega se realizó en 1901. Actualmente es profesora en la Universidad de Szeged en Hungría y profesora adjunta en la Universidad de Pensilvania, desde donde ella y Weissman iniciaron la investigación sobre el ARN mensajero, tras haberse conocido en la fila de una fotocopiadora.
Reaccionando a la noticia, Karikó compartió que su madre especulaba cada año con que ganaría el Premio Nobel. «Pero trabajas tan duro, decía. Y yo le respondía que muchos, muchos científicos trabajan muy, muy duro», detalló Karikó, recordando que hubo un tiempo en el que no lograba conseguir financiamiento para su investigación.
En tanto, Weissman, profesor de investigación para vacunas en Pensilvania, declaró que recibir el Premio Nobel es «un honor increíble» y que «no habríamos alcanzado este resultado si no hubiéramos trabajado juntos».
Ambos publicaron su investigación en 2005, en la cual descubrieron cómo una modificación a la molécula del ARN mensajero permitía que el cuerpo no la rechazara, y que así la molécula desarrollada en un laboratorio podía ser utilizada para fines terapéuticos, como la vacuna.
Quince años después, durante la pandemia de la COVID-19, esta metodología dio lugar a las vacunas más eficaces, desarrolladas por Pfizer-BioNTech y Moderna.
Con información de El País y France 24