Venezuela: una victoria convertida en milagro

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El desenlace electoral del 6 de diciembre ha tenido, para la gran mayoría de los venezolanos, un desenlace cinematográfico. Después de purgar dos años de una grave crisis económica y social,  colofón de una crisis histórica de mayor calado, la sociedad venezolana, ya ejerciendo técnicamente la resistencia, produjo un espectacular y milagroso vuelco en el actual estado de cosas, propinándole al gobierno chavista una derrota aplastante, y por demás merecida.

Por mucho que sea cierto que esta es una realidad que venían anunciando las encuestas, el resultado electoral ha sido recibido con enorme estupor por todos los sectores del país.   La poderosa alianza chavista, parada sobre los tentáculos del gobierno y el estado, se había vuelto invencible con el dinero del petróleo. Ganar se había convertido en un hábito institucional.

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Aunque todavía algunos no lo creen, los mandos oficialistas debieron aceptar resignadamente los hechos, y discuten políticamente hoy lo sucedido en términos de una catástrofe. Poco o nada se puede hacer con los 55 diputados logrados. En los últimos días hubo corridas de opinión que atestiguaban una recuperación en las encuestas; nadie dejaba de temer por los demoledores efectos de la maquinaria electoral del gobierno. Todo rodó por los suelos. 

Para la Oposición, en cambio, lo obtenido rebasa los cálculos más optimistas; los escaños logrados le otorgan, además de legitimidad popular, el control total del Poder Legislativo, esto es, una mayoría calificada de 112 diputados de un total de 167, y la directiva de la Asamblea Nacional.  La MUD aventajó al PSUV por 16 puntos y obtuvo una ventaja de 2 millones de votos.  Para muchos, ha sido un premio existencial luego de un calvario de 15 años.

Todavía más insólito: el tránsito electoral más tenso de la historia del país se consumó sin violencia, muy al contrario de lo que esperaba la mayoría, incluso en la comunidad internacional. El rabioso voluntariado chavista, sus operadores electorales y sus colectivos armados, quedó neutralizado en medio de la indiferencia popular. La rotundidad de la victoria de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que llegó a tocar las barriadas populares de mayor tradición chavista, produjo una inesperada y completamente inédita sensación de tranquilidad salomónica.

El desencuadernado y caótico marco institucional venezolano tuvo además la sabiduría de interpretar correctamente un veredicto popular incuestionable. Las Fuerzas Armadas, cuyos mandos están obligados a saludarse con la consigna “!Chávez vive!”, neutralizaron a tiempo cualquier tentativa especulativa con el veredicto. El Consejo Nacional Electoral, que en todo momento orientó sus decisiones administrativas y políticas a favor del chavismo,  tuvo que atenerse a lo registrado y hacerlo saber al país. 

Lo sucedido alienta las esperanzas de muchos venezolanos, en la diáspora o dentro de su patria, quiénes se han sentido tentados a pensar que la descomposición institucional y la impunidad en la corrupción del chavismo habría tocado ya cotas irreversibles, y que la conjura de la jerarquía del PSUV se impondría en cualquier circunstancia en esta consulta.

Los resultados del 6 de Diciembre tuvieron en Venezuela, en el momento limite, en una sociedad en agonía, un contenido espectacular y casi revolucionario.  La MUD, que vive su momento estelar, y que tuvo que competir silenciada en la televisión, es en este momento la plataforma de la esperanza.  Muchos mitos, muchos dogmas, muchas certezas sembradas en el pantano del pesimismo, incubadas en la psique de los ciudadanos, quedaron demolidas en un parpadeo.

La que alguna vez fuera una de las sociedades más prósperas de América Latina se ha convertido en un país a la deriva, azotado por el hampa, la hiperinflación y la escasez. Venezuela es hoy el delta natural de la desesperanza. Todo el mundo tiene claro que no hemos salido de la crisis, pero el resultado obtenido tiene un mandato directo, con consecuencias constitucionales, y se constituye en sí mismo en un poderoso instrumento para devolverle la pertinencia al país.  La esperanza ha regresado al rostro de muchísimas personas

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