A lo largo de 28 años, la imagen de Sofía Ímber se confundió con esa gran institución que fundó en agosto de 1973: el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. Tan fue así que también llevó su nombre durante un buen tiempo.
El Maccsi fue considerado, en su momento, como uno de los museos más importantes de América Latina. Y no sin razón. En su colección destacaban las obras de grandes maestros, entre ellos Fernando Botero, cuyo fallecimiento en Mónaco, a sus 91 años de edad, enluta hoy el mundo de la cultura y las artes.
El artista colombiano, nacido en la ciudad de Medellín en 1932 y cuya obra forma parte de las colecciones de los museos más importantes del mundo, expuso varias veces en el Macssi y su voluminoso “Gato” (1981), una escultura de bronce, sigue engalanando esos espacios.
En su publicación de enero de 2001, la revista ArtNexus entrevista a Sofía Imber y una de sus respuestas esta referida precisamente a Botero. “A Fernando Botero le organizamos en 1976 una de sus primeras exposiciones en una institución museística, y desde entonces, en todas las circunstancias, ha realizado muestras con nosotros, sin bajar ni un ápice la cantidad masiva de gente que acude a verlo y nos agradece la posibilidad de traerlo a Venezuela”, comentó.
Ímber también recordó que, durante su más reciente exposición, hace aproximadamente un año, intentaron convencer a Botero de que la situación entre Venezuela y Colombia era demasiado delicada y no debía hacerla.
“Pero Fernando vino y ese fue el primer acto vinculado con la cultura al cual asistió con todo gusto el recién electo comandante Chávez. Entre él y Fernando no hubo diferencias, sino una excelente comunicación. Por lo demás, la donación Botero del Maccsi es uno de nuestros más completos núcleos. Aunque se trate de una frase gastada, el arte no tiene fronteras. No se trata de si es colombiano o venezolano o guyanés: es arte, y punto”, sentenció la periodista y promotora cultural.
Aunque no recuerdo exactamente la fecha, también tuve la fortuna de entrevistar, vía telefónica, a Fernando Botero a propósito de una de sus exposiciones en el todavía Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Ímber, nombre que fue cambiado -tras la destitución de su directora en 2001- a Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Armando Reverón.
Lo que sí recuerdo es a un hombre muy amable, muy apasionado al hablar de su arte y muy enamorado de su musa, su esposa Sophia Vari, con quien se casó en 1978, aunque se conocieron unos años antes.
Para cerrar la entrevista le pregunté que, ya que sentía una especial predilección por las figuras voluminosas como se podía apreciar en su obra, si consideraba que su esposa también lo era.
Él soltó una carcajada y le comentó a su esposa lo que yo le había preguntado. Fue ella quien, a los lejos, respondió. En medio de risas dijo que su peso estaba en alrededor de 60 kilos.
Cada vez que veo sus pinturas o esculturas, cuyos temas giran en torno a las naturalezas muertas, la tauromaquia, el circo, la religión o el erotismo, siempre me viene a la mente nuestra conversación y esa peculiar anécdota.
Pero hoy el mundo perdió a uno de los más grandes creadores, quien con su arte figurativo exaltó el volumen y la forma de los personajes como ningún otro lo ha hecho hasta ahora.
Sus imponentes figuras han salido a la calle y no hay transeúnte que se resista a ellas. Las más importantes avenidas del mundo -Los Campos Elíseos de París, Park Avenue de Nueva York, El Gran Canal en Venecia o el Paseo de Recoletos en Madrid- tienen a su Botero. Y Venezuela también.