Desplazados por violencia de bandas criminales dejan todo atrás para salvaguardar sus vidas

“Los criminales ya estaban desde que yo nací hace más de 19 años. Solo que se la pasaban en su zona y al paso de los años tomaron la parte del sitio donde yo vivía y siempre se la pasaban caminando por esa zona”, comentó una persona que se vio obligada a dejar el lugar donde nació y vivió parte de su infancia y quien prefirió mantener su identidad en reserva.

Los estados Apure y Zulia, así como el sector de la Cota 905 en Caracas y más recientemente Las Tejerías en Aragua son algunos de los territorios venezolanos que han vivido de cerca el éxodo masivo de sus habitantes. La migración no solo es un tema internacional, también muchos venezolanos se ven obligados a huir de sus hogares y desplazarse para ser reubicados en otros lugares dentro de Venezuela, a fin de protegerse o escapar de las llamadas “zonas en conflicto” azotadas por el crimen organizado.

Otra víctima de los desplazamientos forzados por los conflictos armados dentro de su zona de residencia, ubicada en Las Tejerías estado Aragua, confesó que desde que ocurrió el incidente donde dieron de baja a uno de los criminales más buscados de Caracas, Carlos Luis Revete, alias ‘El Koki’, ha tenido que dejar su hogar y pedir hospedaje a sus familiares en el estado Miranda. “Me he quedado y he bajado a la casa para no dejarla tanto tiempo sola”, dijo la fuente, que también prefirió mantener su nombre en reserva.

Sobre este fenómeno de desplazamiento interno, Mirla Pérez, miembro del Centro de Investigaciones y profesora de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Central de Venezuela (UCV), explicó que “la vida cotidiana puede ser muy compleja cuando estás en una zona donde los delitos que predominan son el secuestro, la extorsión y el sicariato. Eso ocurre mucho en los estados fronterizos y poco a poco han migrado más hacia la capital”.

Pérez señaló que la conflictividad de estas zonas se puede diferenciar de acuerdo al tipo de delito que se comenta, siendo la extorsión una de los más recurrentes y negativos para la estabilidad emocional de la persona y su comunidad o entorno. “Para entrar en un proceso de extorsión, hay que estar primero acompañado de un proceso de amenazas, de cobro de la vacuna o la extorsión y hay una serie de mecanismos que la acompañan. Por ejemplo, la amenaza por el anuncio que hacen los extorsionadores con personas que van al sitio a solicitar el pago. Generalmente, un grupo de muchachos van hasta la casa o el local, disparan contra la casa o el negocio y ahí comienza todo el proceso”.

Ser víctima de una extorsión es estar sometido a un “delito que representa mucho acoso, eso trae inestabilidad emocional y familiar, porque la persona no sabe cómo lidiar con eso. Se juega mucho con el miedo que se va convirtiendo en pánico, porque la persona no sabe cómo va a responder el extorsionador si la persona decide no pagar. Evidentemente que el estado de la población, la persona y su familia, entra en zozobra porque la indeterminación de lo que va a ocurrir, va creando mucha inseguridad y temor que afecta a la persona en todos sus aspectos”, dijo la investigadora.

¿Puede volver la paz?

La víctima del desplazamiento forzoso confesó que sus padres decidieron salvaguardar a su familia y salir del sitio donde vivían aun siendo menores de edad. «Yo salí del barrio hace más de 11 años más que todo porque siempre que llegaban los cuerpos policiales había enfrentamientos en la zona y como éramos niños teníamos miedo a que nos pasara algo o que agarráramos ese mal camino, así que mis padres decidieron sacarnos de ahí para más seguridad”.

No obstante, aseguró que no volvería a su antiguo hogar: “Difícilmente volvería al barrio, ya que siempre que cae un cabecilla, llega otro más y como ya tengo mi vida hecha afuera del barrio no volvería”.

Al respecto, Pérez indicó que “no es la misma reacción y afectación de la población el robo y la extorsión. Con el robo se puede lidiar, pero con la extorsión y todos los delitos asociados no se puede. Por eso la gente está obligada a desplazarse. Tiene que huir del lugar, dejar las casas solas y comienza a relacionarse un proceso de despoblamiento del territorio, porque una zona tipificada como ‘zona de extorsión’ difícilmente las propiedades podrán ser vendidas y si se logra, será a muy bajo precio”.

Aclaró que muchas veces las personas prefieren dejar atrás lo que tanto les costó conseguir para resguardar su vida. “Lo que la gente suele hacer es dejar las casas y estas casas terminan por ser desvalijadas. Es un proceso sociológico interesante. Por salvaguardar la vida y las familias se ponen en riesgo o se prescinde de los bienes materiales. Hay mucho desplazamiento, ese fenómeno no se está contabilizando”.

Se normaliza lo anormal

Muchas veces las personas que viven en estas llamadas zonas de conflicto pueden llegar a normalizar la presencia de delincuentes e incluso sus actuaciones. En ocasiones el encargado de distribuir las sustancias ilícitas o el llamado a “proteger” la zona son personas conocidas e identificadas por los habitantes de la comunidad, incluso hay quienes agradecen su “labor”.

Sin embargo, esto no significa que esté bien y su existencia supone un estado de zozobra constante en la población. Por tal motivo, la víctima recordó que los delincuentes de su antigua zona “no se metían con nadie” hasta que llegaba la policía. “Vivir entre ellos en mi caso no vi ningún problema, ya que ellos nunca se metían con uno. Ayudaban al barrio siempre, te los cruzabas y te saludaban. Eso sí, como son bandas delictivas siempre eran buscados por los cuerpos policiales y se desataban tiroteos”.

De acuerdo con su relato, vivir en una zona en conflicto donde se tiene plenamente identificado al o los que reinan en el sitio es como vivir en un estado de seguridad bastante ambiguo: “Uno podía caminar por la zona tranquilo cuando no estaba la policía. Claro, eso sí, uno no puede hablar de nada lo que pasa allá, ya que se tiene el temor de que lo saquen del barrio o lo maten”.

A lo que Pérez añadió que “en Venezuela hay muchas zonas en conflicto. Hay zonas donde cohabitan varias bandas y se comenten constantes delitos. Cuando se pasa el conflicto, como lo que ocurrió en la Cota 905 o en Las Tejerías, evidentemente, viene la paz y comienza a reorganizarse el tejido social. Vuelve a la población la posibilidad de retomar lo ordinario, de planificar la vida y poder desplazarse por los espacios. En este segundo caso es más fácil volver a la normalidad, porque en el primer caso la zozobra que se vive en la zona de conflicto es un proceso constante”.

¿Por hambre o por delito?

Desde hace varios años, pese a la narrativa del Estado donde se habla de un país en crecimiento y en vías de desarrollo productivo, la oposición se ha encargado de posicionar la narrativa de la emergencia humanitaria compleja, de venezolanos a situaciones extremas como la desnutrición y la migración obligatoria para conseguir alimentos.

No obstante, la profesora de la escuela de Trabajo Social de la UCV aseguró que una de las principales causas asociadas al desplazamiento interno es la extorsión y no el hambre. “El desplazamiento interno está generalmente asociado a la extorsión, porque el hambre es diferente. Hay muchas personas que están retornando de la ciudad al campo, pero en condiciones muy difíciles porque también el campo está tomado por algunas bandas”.

Indicó que esta situación le pone un coto a la posibilidad de las personas de retomar sus vidas en tierras fértiles y donde puedan saciar sus necesidades alimentarias, pero no le resta valor a la necesidad de estas mismas personas a contar con una vida segura y de bienestar. “Eesto también se le va poniendo un freno a lo que pudiera ser una salida para la alimentación y se va convirtiendo en un problema para sobrevivir a la situación de inseguridad”.