Cuba: suspense con reguetón y timba de fondo

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    Aún en medio del caos y la tragedia, la música jamás se apaga. 

    Mientras el Titanic, orgullo de la ingeniería naviera británica de principios del siglo XX, naufragaba irremediablemente, una orquesta amenizaba en la cubierta.

    Cuenta Jason Caffrey, reportero de la BBC, que en el verano boreal de 1942, mientras la ciudad rusa de Leningrado, actual San Petersburgo, se moría de hambre debido al riguroso asedio de las hordas fascistas alemanas, el director de orquesta Karl Eliasberg recibió instrucciones de ensayar la Séptima Sinfonía de Shostakovich.

    Con solo quince integrantes, la famélica agrupación de Eliasberg desafió a Hitler. El resto había muerto de hambre. El oboísta Ksenia Matus recordaría años después: «Cuando empezamos a ensayar para el concierto, tuve que llevar mi oboe a reparar. Fui a recogerlo y pregunté cuánto debía. El hombre respondió: Tráigame un gato. Dijo que prefería esa carne a la de pollo».

    Román, un anciano que reside en un desvencijado asilo en la barriada habanera de La Víbora, recuerda que en los días nefastos de octubre de 1962, mientras Fidel Castro estaba dispuesto a desencadenar una carnicería nuclear que borraría a Cuba del mapa, “cada noche, los reservistas movilizados armábamos una conga, sin importar lo que podría acontecer la mañana siguiente”.

    La pobreza, el manicomio económico y la ausencia de futuro siempre acechan al cubano. Pero no falta la música. Ahora mismo, ningún agorero se atreve a pronosticar hacia dónde va Cuba.

    Ya se sabe que es una ensalada rara. Un plato complejo de digerir: Marxismo, Patria o Muerte, Socialismo Próspero y Sostenible, Reformas Económicas (sin prisas y con pausas), Estadísticas (infladas) y una consigna castrista permanente: AQUÍ NO SE RINDE NADIE.

    Pero todo es un espejismo. Desde las alcantarillas del poder se erige un extravagante monopolio de capitalismo verde olivo estatal. Hay dos islas. O muchas.

    La de museos vacíos que pretenden inmortalizar a Fidel Castro y su revolución, los salarios que son una broma de mal gusto y las penurias cotidianas desde hace 57 años. Los islotes de delirio y propaganda armonizan con bolsones de mercado capitalista, prostitución, drogas y estampida migratoria.

    ‘El último que apague el Morro’, parece ser el axioma de los cubanos que desayunan café sin leche. Pero ni el desabastecimiento en los agromercados, los altos precios en las tiendas por divisas, los edificios y hospitales ruinosos, las escuelas y calles en deplorable estado, una serie nacional de béisbol que invita al bostezo o los radiantes presentadores del noticiero de la televisión vendiendo humo, silencian la música de fondo.

    “La ciudad se derrumba y yo cantando”, entonaba Silvio Rodríguez en Te doy una canción, compuesta en 1970. Y créanme, no es una metáfora. En los vetustos almendrones, en una cafetería privada o en la soledad de tu habitación, siempre se oye el fastidioso estribillo de un grupo de reguetón o de timba, a elevados decibeles. 

    ¡Esto es Cuba, Chanito! era una popular expresión de la década 1940-50, inspirada en el decimista Chanito Isidrón (1903-1987) y que todavía es utilizada por nuestros abuelos, cuando quieren subrayar una forma de ser de los cubanos, sea positiva o negativa. 

    Hoy, la Cuba de 2016 se puede resumir en pocas líneas: hablar con los parientes al otro lado del charco vía wifi desde un parque, hacer planes para emigrar y escuchar timba o reguetón. Todo acompañado de una charla trivial sobre el último capítulo de la telenovela o los goles de Cristiano Ronaldo y Leo Messi.

    Cualquier conmemoración sirve de pretexto para poner música a todo volumen. Y no precisamente la mejor. El Estado arma una pachanga en cuestión de minutos en cualquier espacio público. Antes que la gente empiece a llegar, colocan tres excusados portátiles de madera y una pipa de cerveza. ¡Y que suene la música!

    Como la solución a la extensa crisis económica, la exigencia de libertades políticas y la lucha contra la corrupción no son cosas que se puedan comprar, cocinar y comer, entonces mejor se baila.

    En períodos de desolación e incertidumbre, las personas se evaden de la realidad con música, alcohol, drogas, sexo sin amor… Es lo que aconteciendo en Cuba.

    Los medios oficiales ya anunciaron que en abril se celebrará el VII Congreso del Partido Comunista. Una información que le es indiferente a los cubanos varados en la isla, atormentados entre la escasez, carestía de la vida, lluvias que provocan inundaciones y derrumbes y, por si no bastara, temblores de tierra.

    Nadie sabe qué va a pasar dentro de seis meses. No hay dinero suficiente en las arcas estatales y no se tienen planes de futuro. Se vive al día, tomando ron villano y escuchando reguetón y timba

    La peor noticia es que ni siquiera los gobernantes saben hacia dónde vamos.