Lo mejor de la serie española 45 revoluciones son las actuaciones. Para ser exactos sus protagonistas: Carlos Cuevas, Guiomar Puertas e Iván Marcos.
En términos generales todo el elenco es el motor fundamental de esta pieza de 13 capítulos. El espíritu de la serie se sostiene gracias a la simpatía de cada uno, a la entrega, a la pasión que se nota ponen en sus roles. La energía que desbordan atraviesa la pantalla. Verlos actuar es sentir que no están actuando, que realmente son esos seres a los que representan.
Sin buenas actuaciones esta ficción original de Bambú Producciones no tendría mayores posibilidades.
Por más errores que tenga una producción, si te deja buenos recuerdos es evidente que ha sido valiosa. Cuando esto ocurre existen diversos factores que pueden influir, en este caso el peso recae sobre las actuaciones. Gracias a ellas puedo decir que 45 revoluciones es una de las series más divertidas y emocionantes que he visto. Una de las que más curiosidad me ha generado.
Además de las buenas actuaciones, la dirección, los efectos de realización, la escenografía, el vestuario y la fotografía de la serie son elementos que te permiten conectar ella. La serie, que puedes ver en Netflix, es estéticamente un espectáculo. Es una historia sobre la belleza que se cuenta a través de imágenes (y personas) bellas.
Sin embargo, a nivel de guion no tiene mucho que ofrecer. Lo que en un principio resulta seductor y entretenido se tuerce en el camino. La historia no ayuda.
Después del tercer o cuarto episodio se estanca. Lo que hace de ella, sobre todo hacia el final, una decepción. Pasas 13 capítulos conviviendo con una historia cuyo desenlace terminas odiando.
Creo que su catastrófica trama es el resultado de la confusión de sus realizadores a la hora de definir el género en el que se suscribe. 45 revoluciones a ratos es una comedia fresca, un musical alegre y en otras ocasiones un drama lacrimógeno y cursi.
Al parecer a los escritores les costó definir lo que querían hacer.
Al final terminó ganando la vena dramática de los realizadores y sus ganas sensacionalistas de impactar con un final oscuro. Sin percatarse que uno de los elementos más apreciables de esta serie era precisamente su ligereza, esto le otorgaba un carácter diferenciador.
Otro aspecto que jugó en contra de la serie fue la música. Hacer una producción sobre la industria musical en los años sesenta y no aprovechar la ocasión para crear una banda sonora valiosa es un desperdicio. Las canciones que interpretan los protagonistas no generan impacto emocional. Por el contrario, las secuencias musicales aburren.
Esto no sucede porque los actores no sean cantantes reales o no tengan talento para la música. Por el contrario, me atrevería a decir que muchos hacen interpretaciones que podrían calificarse como correctas. En este aspecto su mayor fallo son los arreglos. No llaman la atención, más bien desagradan.
Finalmente, a pesar de todas las objeciones que puedan surgir cuando pienso en esta serie, 45 revoluciones representó una experiencia agradable. Me encantó verla, a pesar del final, a pesar de la música y a pesar de que la historia pudo ser mucho más, pero no cuajó.
Luisa Ugueto Liendo
@luisauguetol