Dos veces por semana, Luis Palencia viaja junto a sus compañeros de trabajo desde el estado Mérida, hasta Carabobo. Su trabajo consiste en traer hortalizas frescas y venderlas en su puesto, que instala todas las mañanas en Valencia. Además de voluntad de trabajo, debe tener al menos 120 millones de bolívares, que es lo que paga entre los 12 puntos de control policial con los que se cruza en cada trayecto de Los Andes hasta el centro del país.
“Pasamos por 12 alcabalas y se pagan 10 millones de bolívares por carro. Se cancela en cada peaje”, dijo Palencia, sin identificar un cuerpo de seguridad en específico.
Las ferias de frutas y hortalizas se han venido haciendo cada vez más famosas en la región carabobeña con el pasar del tiempo. En la Gran Valencia hay varias, la mayoría gestionadas por trabajadores del campo de la región andina que se ganaron el cariñoso apodo de “Los Gochos” entre los vecinos de los municipios.
La matraca policial no es la única dificultad que atraviesan los ferieros andinos. También lo es la escasez de la gasolina.
Con información de El Carabobeño