Nueva ofensiva ‘revolucionaria’ en La Habana contra los negocios gastronómicos

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    Siete meses después que el matrimonio Obama cenara la paladar San Cristóbal, en la calle San Rafael, rodeado de edificios descorchados y sin pintar en el centro de La Habana, el negocio que regenta Cristóbal y su esposa Raisa marcha viento en popa.

    “No se puede negar que la visita del presidente de Estados Unidos le dio marketing gratuito a la paladar. Ahora todos, extranjeros y cubanos, quieren comer o hacerse un selfie en la mesa donde comieron Sacha, Malia, Michelle, su madre Marian y Obama”, cuenta el portero del restaurante privado, un negro panzudo de más de seis pies que viste pantalón negro y camisa roja.

    Aunque cada plato cuesta alrededor de 35 cuc y una cena familiar sobrepasa los 90 pesos convertibles, cuatro veces el salario promedio de Cuba, cuando cae la noche la paladar se ilumina y la mayoría de las mesas están ocupadas.

    Puede que a partir del lunes 17 de octubre las cosas comiencen a cambiar. Los dueños de restaurantes privados en La Habana han sido visitados por funcionarios de la ONAT (institución que regula el trabajo particular) y fueron notificados de las nuevas medidas.

    No podrán tener más de 50 sillas y deberán presentar vales de compra en tiendas estatales, para justificar los alimentos que expenden. “Imagínate, el dueño de San Cristóbal compra los cortes de carne en Canadá. No sé qué pasará ahora”, apunta un dependiente.

    Las autoridades no han promulgado nada diferente. Esas medidas estaban contempladas en la sinuosa ley que rige el trabajo privado, pero no se cumplían.

    Aunque ahora funcionarios estatales, con el reglamento en mano y cínicas caras de póker, pretendan encausar lo que suponen es un desmadre legal o falta de control, en realidad, o al menos así consideran la mayoría de dueños de negocios gastronómicos entrevistados, quienes opinan que se trata de una ‘nueva ofensiva revolucionaria’ (similar a la lanzada en 1968 por Fidel Castro contra bodegas, cafeterías, sastrerías, zapaterías y talleres de mecánica, entre otras pequeñas propiedades privadas de toda la vida existentes en Cuba), para frenar el auge de paladares, cafeterías y bares exitosos.

    Recientemente, Isabel Hamze, vicepresidenta en funciones del Consejo de la Administración Provincial de La Habana declaraba que en el mes de septiembre se habían reunido con 129 de los 135 dueños de paladares existentes en la capital, para «alertarlos de un grupo de problemas que empañan los servicios que ellos ofrecen». Y dejó claro que se iban a realizar controles.

    Entre los temas abordados en esa reunión, la funcionaria mencionó el horario de cierre de los restaurantes privados, que suele ser a las 3 de la madrugada; deben tener lugares de parqueos bien definidos para los clientes; los artistas no pueden contratarlos por su cuenta, si no a través de agencias estatales; las mercancías tienen que ser adquiridas de manera lícita y no en el mercado negro; es obligado utilizar trabajadores con sus respectivas licencias y contratos y las normativas que regulan el ruido en la ciudad deben ser respetadas.

    Hamze también se refirió a la existencia de paladares donde se consume y expende drogas, se ejerce la prostitución y el proxenetismo o son usadas como clubes o discotecas. Igualmente subrayó las evasiones fiscales, violaciones urbanísticas en el proceso de inversión, trámites fraudulentos en la compra de inmuebles y la importación de mercancías para uso comercial.

    “Estas nuevas medidas son un descaro, decir que es para velar por la tranquilidad ciudadana y que los bares abiertos hasta las tres de la madrugada molestan al vecindarios. Y el jineterismo y las drogas lo encuentras en todos los sitios, sean privados o estatales. Que se dejen de cuentos. Ellos lo que quieren es investigar la procedencia del dinero, algo que sabe bien el gobierno: la apertura de paladares y bares fue posible gracias a dólares enviados por residentes en Estados Unidos o por ahorros personales de familias enteras durante años. Y también porque en Cuba hay quien tiene mucho dinero, procedente de negocios turbios de hijos de altos funcionarios: los dueños de no pocas paladares son hijos de papá”, apunta Osmel, propietario de un restaurante privado.  

    Si hacemos una cronología desde finales de diciembre a la fecha, veremos que las regulaciones estatales y prohibiciones solo afectan al trabajo privado.

    Desde los carretilleros e intermediarios de productos agrícolas, bicitaxistas, y taxistas, los nuevos ucases están más destinados a prohibir que a regular el trabajo particular. Ya en diciembre de 2013 fueron abolidos los cines 3D y las tiendas de pacotillas industriales.

    Nelson, economista, cree “estas medidas tienen un carácter netamente político y económico. En el caso de las tiendas y paladares, por su notable aceptación, disminuía considerablemente las ventas en las tiendas y unidades gastronómicas del Estado. Las regulaciones en los taxis es para frenar las ventas ilegales de petróleo dentro de las instituciones gubernamentales y darle un barniz de seudo populismo. Pero el culpable del caos en el transporte público es el gobierno, que intenta siempre traspasar la responsabilidad al sector privado”.

    Desde hace cinco años, los restaurantes estatales han caído en picada. “Los negocios privados han aniquilado a la gastronomía estatal. Restaurantes famosos que siempre estaban llenos, como el Emperador, La Torre o El Conejito se han visto obligados a cambiar. El Emperador vende comida en cajitas, de mala calidad, en el exterior de la unidad, y El Conejito ahora es un bar donde los fanáticos al fútbol siguen las ligas europeas”, comenta Joel, administrador de una cafetería en El Vedado.

    Para frenar el éxito de los particulares, el Estado creó cooperativas no agropecuarias en varios restaurantes de la ciudad, con mejor calidad, ofertas gastronómicas y servicios. Pero el empuje de los negocios privados los trae a remolque.

    Incluso los visitantes foráneos no suelen comer en los restaurantes de hoteles de lujo como el Habana Libre o Meliá Cohíba. “Si quieres comer bien en Cuba, tienes que ir a una paladar, casi todas cocinan con una calidad que va de aceptable a excelente”, indica un turista español en La Rampa.

    Carlos, sociólogo, considera que la marcha atrás del gobierno es alarmante y sienta un mal precedente. “A cada paquete de medidas del presidente Obama, el régimen responde con soberbia e intolerancia. Cuando se analiza a fondo el juego de ajedrez político, se observa que todo pasa por un problema de concepción ideológica. Al gobierno cubano no le interesa desarrollar los negocios privados. Al contrario. El mensaje a Estados Unidos y al mundo capitalista es simple: o hacen negocios con nosotros o no se hacen con nadie”.

    Giselle, abogada, estima que el marcado interés de la Casa Blanca en privilegiar al pueblo y los emprendedores privados han sido un cortafuegos para el régimen verde olivo. “Quienes gobiernan este país ven ese interés como una especie de subversión camuflada. Por eso no se constatan avances después del 17 de diciembre de 2014. El gobierno sospecha que cada paquete de medidas de Obama es para cambiar el status quo”.

    Hacer negocios con los hermanos Castro es una tarea que requiere paciencia. Siempre se comportan como niños majaderos que piden nuevos juguetes sin cambiar su mala conducta.

    Aún viven en una etapa de Guerra Fría. El mundo cambió. Pero ellos ni se han enterado.