Así es la cacería de aficionados «infiltrados» en el fútbol argentino

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    La violencia que sufre el fútbol argentino y las medidas que se toman para tratar de combatirla parecen ir por diferentes caminos. Fue en el mes de Julio del año 2013, cuando los organismos gubernamentales resolvieron instalar la prohibición de aficionados visitantes en todas las categorías de fútbol profesional. En aquel momento el mártir fue Javier Jerez, un hincha de Lanus que perdió la vida producto de un disparo policial.

    Por esa muerte y por las 190 que la antecedieron, el deporte más popular no logra despegarse del monstruo que todos vieron crecer: la violencia desmedida en defensa de los colores. Si bien la imposibilidad de asistir en condición de visitante colaboró con el control de masas, permitió la utilización de menos efectivos policiales y llevó tranquilidad a las familias que asisten con intenciones de disfrutar de un espectáculo; no pudo con el fanatismo y el hincha argentino apeló a su ingenio para alentar a su equipo sea donde sea, incluso, en la tribuna del rival de turno. Vulgarmente rotulado como «infiltrado», esta clase de hincha empieza a inquietar a los encargados de la seguridad, que se ven imposibilitados de controlar la situación.

    El proceso es muy sencillo, se adquiere una entrada, se ingresa sin prendas alegórica a ninguno de los dos equipos que disputan el encuentro y se busca mimetizarse con la afición local, de la mejor manera posible; claro que el riesgo que se asume es muy grande y las represalias pueden terminar con el «infiltrado» dentro de una ambulancia. 

    Sin embargo, una situación preocupa en las últimas semanas y tiene que ver con que mas allá de la golpista que le propinan, una vez que son descubiertos; los «infiltrados» padecen el escarnio publico, un código carcelario con mensaje mafioso, que consiste en utilizar a la persona como botín de guerra, los desnudan, los amenazan, casi como secuestrados los exponen tal pieza de museo, con el  fin de darle una lección a el y a todos aquellos que intenten ser caballo de troya en una tribuna rival. 

    Pablo Carroza es periodista especializado en violencia en el fútbol y da su parecer al respecto: «No siempre el hincha que se infiltra quiere provocar, muchos son descubiertos por tener algún símbolo en su celular, algún tatuaje o el simple hecho de no ser habitual su presencia en el lugar», y agrega: «lamentablemente, el remedio fue pero que la enfermedad, la prohibición de aficionados visitantes le dio vida a «los infiltrados» y es muy difícil que el argentino entienda de tolerancia, es cultural, va mas allá de una tribuna.

    Un capítulo más en la historia negra del deporte que más aman todos los argentinos…. o al menos, casi todos.