La moraleja de las elecciones primarias

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Las elecciones generales en los Estados Unidos todavía no han iniciado, pero el proceso de elecciones primarias ya se ha convertido en todo un teatro para el pueblo estadunidense, y son claramente un barómetro del sentimiento de descontento del electorado.

De acuerdo a la tradición democrática de este país, los dos partidos políticos más grandes tienen que asignar delegados que seleccionan por su parte al candidato a presidente de su partido en la convención nacional. Del lado demócrata, el candidato que obtenga 2.383 delegados obtiene la candidatura, y del lado republicano son 1.237.

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El proceso es complicado, y en general los cincuenta estados del país seleccionan a sus delegados de dos maneras. Hay estados que eligen a sus delegados por representación electoral. Estos delegados son elegidos para representar al partido en la convención nacional y tienen que apoyar al candidato al que su estado haya dado la mayoría. Por ejemplo en el estado de Florida hay 99 delegados, y como la mayoría de los votantes republicanos apoyaron la candidatura de Donald Trump, el se llevó todos los delegados de esa entidad.

Por otro lado,  la mayoría de los estados reparten a sus delegados proporcionalmente al apoyo que hayan recibido del electorado de su partido. Por ejemplo Bernie Sanders ganó la mayoría del voto en Michigan, la cual ha sido considerada una de las mayores sorpresas electorales de las últimas décadas, pero solo se llevó 67 delegados, comparado con 60 de Hillary Clinton.

Además del proceso electoral, los demócratas también tienen una asignación especial llamada Super-delegados. Estos individuos son elegidos por el liderazgo del partido, y pueden apoyar al candidato que ellos deseen, no siempre al que apoyen los votantes del estado donde residen. Este hecho le ha dado a Hillary Clinton una ventaja de más de 400 super-delegados, lo cual hace virtualmente imposible que Bernie Sanders capture la candidatura demócrata a la presidencia en el 2016, dado a que el solo ha recibido apoyo de solamente 25 super-delegados, y para capturar la nominación presicencial tendría que ganar el resto de los comicios con casi el 60% del voto, lo cual es probabilísticamente imposible.

Del lado republicano no existen super-delegados, lo cual ha hecho muy difícil que los líderes del partido puedan detener la ahora eminente nominación de Donald Trump. Pero en las últimas semanas los líderes del partido dicen tener un as bajo la manga que muchos consideran sería una operación suicida para el partido.

Dado a que las primarias republicanas iniciaron con más de diez candidatos, la repartición del electorado ha sido muy esparcida. Trump nunca ha capturado más del 35-36% del electorado republicano en cada estado, por lo que el liderazgo republicano ha señalado que Donald Trump no ha recibido el apoyo de la mayoría de los simpatizantes del partido, dado a que más del 60% de los votantes han apoyado a otro candidato. Este argumento podría abrir la posibilidad de que se lleve a cabo una convención republicana abierta, o sea que los delegados tengan que votar en vivo en su convención en Cleveland, ignorando los resultados ya arrojados en los comicios de los cincuenta estados.

Esta estrategia no se ha ejecutado por más de 60 años, lo cual podría crear fracturas adentro del partido y dividir el voto republicano entre los que apoyan a Trump, y aquellos que piensan que el líder de la contienda hasta el momento no representa los valores del partido.

Matemáticamente Donald Trump le lleva una ventaja amplia a sus contrincantes, pero todas las encuestas nacionales apuntan a que Trump perdería los comicios presidenciales con grandes márgenes en contra de cualquier demócrata. Además de la presidencial, los republicanos están preocupados de perder la mayoría que actualmente tienen en el Senado, el cual les ha servido para bloquear la mayor parte de las propuestas legislativas del Presidente Obama.

Hace un año, los analistas políticos apuntaban a que Hillary Clinton sería sin duda la candidata al partido demócrata, pero nunca pensaron que el camino sería tan tortuoso para la que fuera Secretaria de Estado y Senadora por Nueva York. Lo que nunca se pensó, es que a estas alturas Donald Trump fuera el virtual candidato a la presidencia del partido republicano. No solo ha insultado a los migrantes mexicanos, pero se ha declarado en contra de las comunidades musulmanas, ha denigrado el rol de la mujer en la sociedad, y su retórica ha alimentado una creciente ola de incidentes violentos en contra de afroamericanos y otras minorías alrededor del país.

Los Estados Unidos esta pasando por una etapa catártica. El electorado se ha mostrado en descontento con los políticos de cabecera como los Bush y los Clinton, y han salido a apoyar a candidatos que en el pasado no hubieran sido  siquiera considerados viables. Lo que antes era apatía de sectores de la población se ha convertido en plataformas para la crítica política y en ocasiones la violencia. Además, cada vez más comunidades son utilizadas como chivos expiatorios en un proceso electoral electrizado por el coraje y el descontento político.

El partido republicano tiene que hacer consciencia de los valores sociales y la retórica que viven en su partido, pero también el partido demócrata tiene que pasar por un proceso de introspección y discusión al interior del partido.

Desafortunadamente la mayoría de la atención mediática se ha centrado en Trump y sus mítines políticos cargados de tensión y demagogia. Pero el hecho de que tantos votantes le han dado una plataforma al populismo de Sanders demuestra que también el partido demócrata es percibido como un grupo capturado por la elite y el corporativismo.

El proceso electoral se termina a inicios de noviembre, y es probable que las elecciones den todavía mucho de que hablar hasta entonces, pero es sumamente importante que pensadores, líderes y el pueblo en general haga algo para mejorar su sistema político pronto. Un sistema que hasta el momento considera a las corporaciones como personas, que le ha entregado en charola de plata el futuro político a las clases más pudientes, y además ha hecho del proceso electoral un circo.

Ser la máxima potencia económica en el planeta viene con responsabilidades, no solo para sus gobiernos pero también para sus ciudadanos. Espero que esta etapa que vive el pueblo estadunidenses sirva como oportunidad para abrir un diálogo que se enfoque en el mejoramiento del proceso político, del enfoque a crear una democracia realmente representativa, y no un escenario de gritos, acusaciones e intransigencias.

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