Caraqueños engañan el hambre a punta de mangos

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    No es una tarea sencilla en Venezuela engañar el hambre. Las  60 calorías que aportan 100 gramos de mango parecen ser suficiente motivación para cientos de caraqueños, que golpeados por la dura crisis que viven los habitantes de ese país, se desplazan lejos de sus hogares para cosechar, en plena ciudad, el dulce fruto que permite combatir la sensación de vacío que hay en sus estómagos.

    Cinco emblemáticas urbanizaciones o localidades de la capital venezolana como Los Chorros, Altamira, La Florida, El Paraíso y Colinas de Vista Alegre tienen pocas cosas en común, empezando por su ubicación porque unas están en el oeste y otras en el este de la ciudad, pero si hay algo en lo que coinciden es en mostrar recolectores de mango que se han convertido en una imagen repetida que les recuerda a sus habitantes que el hambre puede llegar a sus puertas.

    Familias enteras salen muy temprano a procurarse las frutas que producen cientos de árboles distribuidos a lo largo de la ciudad, casi siempre en el jardín de viviendas privadas, por lo que su trabajo se hace más difícil cuando deben encaramarse en un muro o montarse en alguna reja a la altura que indica la mangifera, especie arbórea que produce el llamado melocotón de los trópicos.

    El fin de la temporada de cosecha está cerca, concluye en agosto y aún quedan frutos en los árboles capitalinos. La pregunta que se hacen los más pobres, por ahora sin respuesta, es una sola: ¿Qué comerán cuando se acaben los mangos?